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CUADERNOS DE INQUIETO TRES

por César de las Heras

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La suma salió bien desde el balcón del Barbantes. Santiago cuando amanece de luces te coge en brazos y hasta que no te meces por sus calles uno no descansa. Recorridos de gentes relajadas por losas de granito que saben tanto que si te callas oyes el murmullo, el intercambio de experiencias con las losas nuevas. Soy parte del mundo en Compostela y los recuerdos me vienen lentos, pasan sobre mi cabeza y se suman a los que voy tomando. Desde los soportales del palacio Rajoi hablo con el santo, levanto la cabeza y le miro a los ojos, aquí estoy de nuevo, continúo, cambia la compañía, yo voy cambiando, permanece el alma castellana y la sensación de soledad ya no hace tanto daño. Sé que nací conmigo y no puedo escapar de mí, curiosamente tampoco quiero, si miras bien me encuentras.

Coche, cerca de doscientos kilómetros, Oporto y noche de San Juan, y éstas dos ciudades, cercanas, eternas, estiran el brazo y no se sueltan nunca. Pasamos de las calles con losas a los adoquines con aspecto de ejército en campaña. Aquí también se nota el paso del tiempo, el agua brinda pátinas norteñas y ese liquido que en Santiago cae, aquí unido fluye en un cauce asediado por casas viejas, grandes palacios, bodegas, vecindades que codo con codo ven pasar la pereza de las barcas mojadas. La noche se deja caer y la gente se lanza a las calles armada con mazos de colores, demasiada gente si no fuera Oporto. Vuelan globos, cantan las sardinas, besan los ajos, vuela la pólvora. Yo ya no cuento golpes, los apilo, los amaso, los añoro, sentados al margen del Douro vuelve a nacer el sentimiento de pandilla, somos unos cuantos y las arrugas son tan bellas que para mañana cuando abra los ojos las seguiré contando, un viaje más, otra singladura, mira que me gusta desaparecer y nunca me separo de este cabrón que nació hace cuarenta años.

Oporto, hotel Ipanema, habitación 513.

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Muchas mañanas me despertaban las cagarrutas de paloma
Me preguntaban como lo podía soporta.
Yo me sorprendía
¡Pero si es preciosa!!!!

Verdaderamente lo era.
Para el tiempo que lo fue
Exactamente diez años

Ahora que ya no vivo en ella,
Reconozco su capacidad fagocidante

Él escribió mucho sobre ello,
Nunca le entendí, hasta ahora.
Pobrecito, incluso le tomé por loco

Tiempo de cambio,
¿Cuándo dejó de serlo?

Me acurruco en mi misma y me asusto
Del poco sitio que me dejo.

Pero ya no me da miedo dormir 8 horas seguidas
Lo necesito
Pienso, respiro, anhelo
Y vivo

Esta vez no quiero cagarla,
Como las palomas.
Siempre pienso que la culpa es mía
Será defecto de abuela.

Pero éste me gusta,
Y mucho
Mucho más que mucho

Por ahora lo soporto.
“Nuestro” cuando él habla
Y así decide que sea.
Me jode dejar que decidan por mí,
Pero en fin, nuevamente culpa de la abuela
Jodida educación
¿Por qué no seremos como los perros?
Le huelo, me huele y ya está.

Pero NO,
Tiene que haber medidas condicionantes por medio
Centímetros de menos, kilogramos de más
Vaya asco
Quiero ser como los perros
Y que él sea Beltrán…
Ya está
Ya lo he dicho

Me dijo que le leyera,
Que así te conocería.
Ya lo he hecho.
Lo siento, soy de las que prefieren
La experiencia
Y de las que se quedan con el experimento
Cuando empecé a recordarle,
Él ya lo sabía
Será intuición tinerfeña
Pero decidió darle más tiempo a los gramos

Tengo el coño muy negro,
(Lo siento, sé que no le gusta esa forma de hablar)
Para aguantar por mucho más tiempo
La ambigüedad que nos regalamos
Nos regala
Lo Mío, lo Suyo, Lo Nuestro
Empieza a cansar, a confundir
A dolerme
Sin darme cuenta
Como las cagarrutas
De quién son los Tuaregs?
Y los Beduinos?

Aún así lo respeto y lo soporto.
Repito, esta vez no quiero cagarla.
Seguramente, su cuento sea mejor que el mío
Todavía no hemos siquiera empezado
A contarnos el principio

Y mientras él decides si sí o no le gusto,
Y yo decido si sí o no me quedo,
Pondré esto en los Cuadernos de Inquieto.
Por ahora es la única manera de hablarle

“¿Cómo se llamaba?”
“Ipanema, mi amor.
Se llama Ipanema
Y es una playa.
Maluca Petra vive en ella”

Una bella y mágica noche de San Juan. Te envidio. Yo miré la luna esa noche mientras paseaba por las calles del sur, no estaba llena aún -¡una pena¡-.
No pude evitar preguntarme ¿qué estaba haciendo yo en ese lugar? ¿qué sentido tenía y qué pretendía? ¿qué quería…?

Envidio y añoro esos sentimientos juveniles y frescos; pero, no la arruga de los 40¡

Besín

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