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Globos y payasos

Miguel Pérez de Lema

Hay algo concretísimamente odioso, vejatorio, humillante, en los payasos de cumpleaños, y en quien los contrata. Tuve un amigo actor, de casi dos metros de altura y voz de túnel, que escribía tristísimas obras de teatro existencialistas. Un día le llamé por teléfono y saltó un contestador con una música de trompetillas y escuché a mi amigo, con voz de idiota: «hola amigoch, somoch los payachos Pinky y Punky…». La cosa estaba mal y el hombre se prostituía animando los cumples de los niños ricos, y daba el número de su propia casa. Cualquier cosa por un dólar. Tardé poco en dejar de frecuentar el «ambiente artístico» no fuera a verme yo al final del camino de asistente de Pinky y Punky.

A cualquier sensibilidad mínimamente educada le resulta repulsivamente insufrible la imagen del payaso de cumpleaños, compendio de horterada, sevicia y sumisión, y el arte de la globoflexia debería ser penado con galeras, por plasta. Esos perritos, esas espadas, hechas con globos, tienen algo vil y cruel en su fragilidad, son metáfora de la miseria y no sorprenden a nadie desde, como mínimo, 1993. Un actor en paro / payaso de cumpleaños haciendo espaditas con globos para hijos de los ricos, que ya aprenden a ser servidos desde la guarde, es una escena que ofende y maltrata, que va más allá.

Pero hay una industria aun peor, existe toda una arquitectura efímera de la banalidad, con globos gigantes para decorar jardines de chalés, un rico surtido de rótulos enormes, flores elefantiásicas, que celebran al crío, como a un pequeño emperador, haciendo de cada cumple una coronación. Que vaya aprendiendo a estar por encima de los demás.

Los papeles dicen ahora que a la ministra con cara de pija -esas pijas de Pozuelo que tienen la misma cara, el mismo peinado, la misma forma de vestir y la misma inasible modosidad con 20 años que con 90- dicen, digo, que le hemos estado pagando entre todos los globos y los payasos. No me hace falta que me lo demuestren, para mí, que estoy podrido de rencor, una fiesta con payasos, cualquier fiesta con payasos, es un crimen.

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Informe completo de de la UDEF sobre el asunto.

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http://youtu.be/3tdrQnSsqi4

8 respuestas a «Globos y payasos»

Veo que en estos días todos andamos tristes y saturados de malas noticias. El otro día hablaba yo del desaliento que me producía este sin parar de corrupción, y hoy me conmueve la demoledora tristeza de tu artículo. Todo lo que está pasando es tan grave –tanto si es cierto como si no-, que creo que es bueno esperar a que las aguas se calmen para que podamos saber la verdad; por dolorosa que ésta sea.

Todos son sospechosos: el PP y la oposición, el Mundo y El País (Liberty: Cebrián cobra 12.000.000 de euros al año y no para de despedir gente)… ¿Por qué justo ahora los dos principales medios sacan papeles que tenían guardados en los cajones desde hace años? ¿Para volver a contratar a toda la plantilla que han despedido? ¿Para subir el sueldo a los pocos trabajadores que conservan? Claman que es imposible que Rajoy no supiera de los sobresueldos. Tan imposible como que los medios no supieran lo que hoy lo denuncian. ¿Por qué callaron entonces? ¿Por qué hablan hoy?

¿De qué van a hablar Rajoy y Merkel la semana que viene? Todo es tan sospechoso…

Volviendo a tu artículo.
Es de una tristeza demoledora. Eres un maestro de las letras.
Pero yo me pregunto:
Tu amigo ¿era buen actor? Las obras que escribía ¿merecían la pena?
Si no hubiera trabajado dos días a la semana, tres como mucho, de payaso en fiestas infantiles ¿de qué habría vivido?
¿Habríamos tenido que darle alguna subvención?

Olvídate de Ana Mato (a quien detesto casi tanto como a la Báñez y un poco menos que a la Botella). Dejemos, por un momento, la corrupción a un lado.

Los payasos como tu amigo han sobrevivido durante muchos años gracias a la clase media. Esa que estudiaba, trabajaba, se casaba, se levantaba a las siete de la mañana todos los días, juntaba dos sueldos, se compraba un adosado y, una vez en la vida –no volvían a repetir-, cometían la horterada de contratar payasos para un cumpleaños.

La industria de las fiestas infantiles da trabajo a los fabricantes de globos, a los fabricantes de confeti, a los fabricantes de guirnaldas, a los fabricantes de chuches, a los pasteleros… Quienes, a su vez, dan trabajo a otras personas.
La mayoría de quienes contrataban payasos, ahora hacen la tarta en casa.
Y seguro que tu amigo ha tenido que ponerse a currar de verdad. Nada de seis horitas a la semana haciendo payasadas, no: cuarenta horas de camarero, dependiente, cajero… Con horario y jefe.
Ahora sí que tiene tema para escribir una gran obra existencialista. Y tal vez la escriba y llene los teatros. Y se haga tan rico, que contratará payasos para las fiestas de cumpleaños de sus hijos.

O tal vez deje el teatro y se convierta en un trabajador más, con su sueldo, su hipoteca y su vida sin demasiados sobresaltos. Seguridad a cambio de la libertad. O eres titiritero, o te pones mono azul, traje o uniforme.
Así es la vida.
Y en ella, cada uno elige su camino.

¿Has pulsado en las letras rosas donde pone !Informe completo de de la UDEF sobre el asunto»?

Es un informe de la policía anticorrupción, con fotocopias de cada recibo, y factura, y va a misa.

Empecé a leerlo anoche, pero eran casi las cuatro de la mañana y hoy tenía que hacer spaguetti con albóndigas para diez; así que cuando se me empezaron a cerrar los ojos en la página cuarenta, decidí terminar de leerlo esta noche.

Incluso pensé dedicar dos o tres horas a demostrar que se puede decir lo mismo con muchas menos palabras, hay que facilitar la labor de la policía y de los jueces. Porque menudo ladrillo (y eso que no está mal escrito)

Totalmente de acuerdo con miguel, hay que reconocer que existen trabajos ciertamente humillantes por mucho que los adornemos de lucha por sacar adelante una familia o de sacrificio necesario por un bien superior o cualquier otro rollo que nos cuenten y el de los payasos es uno de ellos. Que alguien me niegue la humillación de recibir un tartazo o una buena ostia con la mano abierta en plena jeta. Nunca entendí la gracia de los payasos en los que había un listo con un capirote que le jodia la vida al menos agraciado en la lotería de los genes.

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