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Cuando Cartagena declaró su independencia y Jumilla amenazó a Murcia con una solemne declaración de guerra

Miguel Pérez de Lema

España se las arregla cada dos o tres generaciones (a veces cada generación) para caer en el vacío de poder, la ruina, y el rencor, y ensayar la desbandada y el caciquismo como falsa solución.

La primera República fue quizá el momento de mayor disparate, deslealtad y caciquismo de todos los vividos. Con cinco gobiernos en un año, el Estado era una inmensa herida supurante, una ruinosa casa de putas en manos de masones primerizos y asustados, que se desangraba en luchas cada vez más minúsculas, más locales, más obtusas, más españolas.

La perenne guerra Carlista se vio complementada con la delicia ibérica del episodio cantonalista, llegando con ello a cotas abisales de desmadre.

Quiso la historia, y el temperamento panocho, que es de traca, que las tierras murcianas dieran en ese trance sucesivas campanadas, a cual más sonada. Fue cuando el cantón de Cartagena declaró su Independencia y ensayó la expansión imperial, y el de Jumilla amenazó con una solemne declaración de guerra al de Murcia.

La revolución cartagenera trató de ganarse la complicidad del naciente socialismo internacional para tener un padrino y ver de echar raíces, pero un tal Federico Engels no tardó en calcularla y describirla como «un movimiento político con el único propósito de ser poder y continuar explotando a la clase trabajadora».

(Ojo al diagnóstico y a sus reverberaciones posteriores).

La plaza fortificada de Cartagena, fue sometida a bombardeo incesante hasta que sus jerarcas huyeron a Argelia. Dejaban atrás una ciudad en la que quedaban en pie 27 casas.

A ver quien lo supera. Acho.


9 respuestas a «Cuando Cartagena declaró su independencia y Jumilla amenazó a Murcia con una solemne declaración de guerra»

Hasta hoy no sabía que Jumilla declaró la guerra a Murcia, pero no me extraña.

Hace un par de meses di un curso en una empresa de Barcelona en la que no sólo había empleados catalanes. Estábamos corrigiendo un correo – un despropósito que utilizaré en otros cursos como ejemplo de texto ininteligible- que un chico canario había mandado a un cliente de Toledo (que a su vez le había contestado diciendo que no entendía nada de lo que decía).

Sugerí al autor que debía elegir entre tutear al cliente o llamarle de usted, pero que debía dejar de utilizar un tratamiento diferente en cada frase. Me quedé de piedra cuando me acusó, muy indignado, de que mi problema era que yo no entendía “el hecho diferencial canario”. “Ni yo, ni tu cliente de Toledo. Y mucho menos lo entenderá un cliente de Chile, por ejemplo”, apunté.
“Pues que les den”, fue su respuesta.

Salí de allí muy preocupada por el futuro de todos nosotros.

La historia de este bendito país está llena de ejemplos. Desde la ocupación de la península por los árabes, luego las luchas intestinas entre los reinos, lo mismo los cristianos que los árabes, se han sucedido traiciones entre hermanos, cobardías, putadas y vendettas. Si se estudiara bien la historia de España sería posible que comprendiéramos de donde venimos y porqué somos así.

lo cómico es reproducir el texto de la declaración que empieza diciendo algo así: Jumilla quiere estar en paz con todas las naciones, en especial con Murcia, su vecina…

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