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Molicie estival

por Marisol Oviaño

Cuando mis hijos acaban los exámenes, comienza la época en la que me examino yo.

En verano nunca hay dinero para mandarles un mesecito al extranjero y no hay campamentos asequibles para chavales de su edad (no tengo paga extra, que es con lo que la mayoría de los mortales financia estos asuntos). Cuando cada mañana me voy a trabajar, ellos se sienten amos y señores de la casa y de su tiempo; sin una férrea disciplina se abandonarán a la más total de las molicies: de la cama al sofá, del sofá a la piscina, de la piscina al sofá, del sofá a la cama. Y siempre con la tele encendida, ya sea para ver capítulos mil veces vistos de los Simpsons o para jugar a la consola.

Hace un calor africano que tiene al gato deshecho, hasta yo tengo ganas de tumbarme en el sofá y pasar las horas viendo la tele en fresca penumbra. Pero la educación es una labor continua en la que no hay descanso. A raíz del gran esfuerzo que mis hijos realizaron en la mudanza, yo me he relajado; he bajado la guardia como si hubieran aprobado el examen de adultos responsables, y ahora la indolencia campa a sus anchas.

Cuando me levanto por la mañana y me encuentro el plato de la cena del mayor en la mesa del salón, decido que es hora de retomar las riendas. Los levanto de la cama y los informo de las nuevas reglas para este verano:

– ellos se encargarán de las tareas domésticas mientras yo trabajo
– la consola, aunque estén de vacaciones, sigue estando regulada. No es un derecho, sino un premio: sólo podrá utilizarse cuando las obligaciones estén cumplidas.
– queda terminantemente prohibido cenar a deshoras frente al televisor: el que no esté en casa a la hora de la cena, tendrá que cenar en la cocina, como los demás.

No han protestado mucho: en el fondo ellos agradecen que alguien imponga disciplina para que la desidia no nos devore. Cuando he salido rumbo a la trinchera proscrita, andaban afanados en su nuevo trajín.

Nota mental: Comprar unos helados para celebrar a los postres que son unos chicos estupendos y que funcionamos como un equipo bien engrasado.

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