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Voces de la España profunda: reírse del tonto del pueblo

Miguel Pérez de Lema

Encontramos en la televisión actual la vuelta de tuerca al clásico español de la crueldad con el tonto del pueblo. O con el loco, o con el borracho, o con la cursi, o con el maniático, o con cualquiera de esos otros inadaptados inofensivos, esos cachorros débiles de la camada, que entre gentes más caritativas suelen gozar de protección, caridad y respeto, pero que entre nosotros han servido siempre de divertimento y blanco móvil para el adiestramiento en la puntería de los niños.

Es verdad que al tonto del pueblo ya no se le apedrea, y que ni siquiera se le da arbitrariamente de bofetadas -o muy rara vez-, como en aquella escena en la estación de tren de Alcalá de Henares, en el Viaje a la Alcarria de Cela. Ahora, se le lleva a televisión.

Y eso, no es tanto un avance humanitario como una vuelta a las raíces del barroco. La violencia es una simplificación del hecho eterno de la burla, y su expresión más baja.

Venimos de la tradición de los ociosos señoritos que mataban las tardes en el casino sin provecho, (Arniches, los retrató en su «Señorita de Trevelez»). Y tramar argucias para escarnecer la inocencia del bobo, o la bobería del inocente, nos llena de gloria, celebra nuestro ingenio y honra nuestra tradición.

Idear un engaño más o menos sofisticado para burlar al tonto del pueblo y reírse de él, recibirle por todo lo alto, no es sino el argumento central que comparten las tardes de Antena 3 y la segunda parte de El Quijote. Y eso no puede ser casualidad.

Igual que los duques acogían a Quijote y a Sancho y les hacían creer que participaban de su mundo, así, exactamente así, se trata a los cretinos que acuden al programa de testimonios de Antena 3.

Daría lástima si no diera tanta risa ver a estos pobres faltos explayarse en su nadería, creyendo recibir honores y la distinción de ser atendidos -para algunos el viaje a Madrid es su primera noche de hotel- como personas de importancia.

Es cómica su forma de vestir, de hablar, su timbre de voz aguda, o la nariz del que tiene narizotas y parece un animal, o esa forma idiota de reír que tiene éste, y el empeño por bailar como la Chakira de aquella, y siempre regocija la incapacidad de todos para defenderse de la malicia humana.

La organización de este espectáculo no pasa un detalle por alto. Incluso suele escoger como público individuos de escaso fuste moral y limitadas luces, que contribuyen con risas francas a subrayar las insensateces de estos desgraciados.

Sólo el espectador hogareño, en complicidad con los presentadores y organizadores de la comedia, están al tanto de todo el subtexto, de la fina coña marinera, y participan de la verdadera comunión de la élite ibérica a la hora de escarnecer al inocente.

Ahora y siempre.

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Parece que en todos lados del mundo el «reirse del tonto del pueblo» divierte a patéticos espectadores de TV. local.Personajes descarnados,llenos de miedo con muecas de alegría y risa siguen desparramando lágrimas ante la indiferencia y «chatura» del que goza a carcajadas de la insensibilidad del mundo.Buen análisis de la tremenda pena.Susana ( una mujer argentina)

Recuerdo una visita a un pueblo de Burgos,en este pueblo que no voy a mencionar,habían dos“tontos del pueblo” -reconocidos-uno de ellos era bastante menos tonto y el segundo lo era más…y claro,como es debido,los listos del pueblo se reían de estos dos. El caso es qué,era curioso ver como el tonto más listo,cuando los listos se reían de él,inmediatamente iba al tonto más tonto y este menos tonto,se reía de él y,este todo enajenado,llegaba a su casa,se metía en la cuadra y se liaba a patadas con los animales..
Quiero decir qué,esto es una reacción en cadena,que desde lo más alto,seamos listos o tontos siempre hay alguien que se ríe del desfavorecido,del que está por debajo y este a la vez lo hace con el que está aun más abajo…del tonto por tonto,y del listo…por creer ser listo..

Es muy potente esa imagen de la cadena de abusos. Y una excelente metáfora de España. -Con ese apalizamiento final a las bestias, quizá los trabajadores, quizá los electores, quizá los contribuyentes…-

COincido Marisol, si fuera solo una metáfora «localista»los no españoles desconocériamos este acontecimiento humano tan penoso y habitual.Es común lo de alguna leyenda antigua: ver como una larga fila va detrás del que deja las cáscaras de bananas devorándolas para saciarse.Susana (una mujer argentina).

¿Cáscaras de banana?
¡Pobre Calderón!

«Cuentan de un sabio, que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas yerbas que cogía.
«¿Habrá otro», entre sí decía,
«más pobre y triste que yo?»
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó».

Por lo demás, sí , coincido en que los abusos son universales.

No ignoro a Calderón, Miguel: (gracias x transcribir el fragmento).Fue una mala idea lo de «leyenda», suelo omitir el autor, cuando se lo cuento a niños pequeños de mi familia en forma de anécdota «aleccionadora».Ellos aún no lo conocen. Imperdonable no mencionarlo aquí.Susana (una mujer argentina).

Creo que te equivocas al decir que a estos tontos del pueblo los llevan a la tele, cuando son ellos los que llaman al programa ya que necesitan su momento de gloria aunque sea haciendo el ridículo. El caso del video es un claro ejemplo.
El porqué de como hemos llegado a esto, ya seria otro debate…

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