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El guru y otras hierbas, 41

por Tímido Celador

El olor a chimenea encendida me envuelve en cuanto ella abre la puerta.
La de su dormitorio está abierta, y envidio la maleta a medio hacer que hay sobre la cama, envidio esa vida que desconozco pero que se me antoja muy interesante. Diferente. Sin concesiones. Una vida para valientes.

Descorcho una botella de vino y nos bebemos media mientras ella cocina y se fuma un porro. Ha sacado del frigorífico casi vacío un pimiento rojo arrugado, un par de pimientos verdes, media cebolla grande, media berenjena y cuatro tomates muy rojos. No hay más que ver cómo corta cebolla y cómo rehoga con la cuchara de madera, para saber que disfruta cocinando.

– Spaguetti con verduras, es todo lo que me queda. Y un trozo de queso para rallarlo- me informa mientras me tiende la copa para que se la rellene.
– Y ¿dónde vas?
Me mira divertida, sus ojos brillan por el vino y el hachís.
– Por ahí.
– Llévame contigo- digo bromeando, pero pensándolo en serio.
– ¿En calidad de qué?- contesta siguiéndome el juego.

Supongo que sabe que esa pregunta me pone en un brete. Me da miedo decir “amante” porque temo que se ría de mí, me da miedo decir “secretario” por si ella sólo desea que le caliente la cama, me da miedo contestar; así que me callo y ella me evita el mal trago. Sabe que no habrá respuesta y continúa hablando.

– Además, tu misión está aquí.
– ¿Mi misión? ¿Y cuál es mi misión?
– Buscar una mujer joven para Santiago.

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0 respuestas a «El guru y otras hierbas, 41»

Apago el segundo peta (selfservice) y apuro el tercer tequila. Me falta la chimenea; en su lugar me calientan una manta y tus palabras.

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