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La venganza de Johnnie

por Antonio Santos
Relato inspirado en el libro El Engaño Google, de Gerald Reischl. Editorial MEDIALIVE
google

Johnnie Walker ajustó el temporizador con pulso firme. Mientras lo hacía, imaginó los titulares de portada en todos los periódicos del mundo, al día siguiente,
13 de marzo de 2011: «Los dueños del gigante Google perecen junto con la tripulación de su avión privado al estallar el aparato en pleno vuelo».

Larry Page, Sergey Brin, los dos «pijhippies» fundadores, y Eric Schmidt, el tiburón que les montó su imperio, recibirían su merecido. A esas alturas del partido, Johnnie no tenía dudas: se lo merecían. Habían traicionado el flamante lema de los principios de la compañía: «Don´t be evil», y se habían convertido en el diablo.

Reconocía la amarga ironía de que sus numerosos informes a la Agencia sobre las actividades de Google hubiesen contribuido al éxito final de la empresa. Fue él quien empezó la investigación después de que los consejeros políticos de Google iniciaran los contactos con el gobierno de Bush para evaluar las «posibilidades de colaboración» en los proyectos Google Earth y Google Mars (a cambio de los oportunos permisos para registrar las patentes).

Se inició entonces un romance gobierno USA-Google que culminó en boda.
El primer regalo gubernamental fue la autorización para aparcar gratuitamente los dos Boeing propiedad de Page y Brin en el aeródromo de la NASA en Moffet Field, próximo a la sede central de Google.

Durante años, los asombrados jefes de Johnnie leyeron y archivaron sus informes sobre el nacimiento y desarrollo de una empresa creada como un juego por dos niños prodigio de la informática, Page y Brin, inventores de un algoritmo llamado Page-Rank que permitía a un robot de búsqueda en la Red establecer una lista de sitios web por orden de relevancia en función del número y la «calidad» de sus enlaces. A ellos se sumó un hábil director financiero, Schmidt, para defender los intereses de los inversores a base de controlar los gastos y beneficios. Instalaron su sede central en Mountain View (California), donde 17.000 empleados de élite de todo el mundo, trabajan con buenos sueldos e incentivos en una especie de paraíso Flower-Power: un multicolor parque temático para adultos con restaurantes de todo tipo, gimnasios, piscinas, pistas de bicileta y patines; todo gratis…pero sin convenio sobre horarios ni jornada laboral.

En poco tiempo lograron posicionarse como líderes en el mercado de las TI, desplazando a otros buscadores como Yahoo o Lycos, y tras adquirir empresas como DoubleClick y YouTube, Google se convirtió en la web más visitada, un 12% por delante los portales de Microsoft, con cifras demoledoras: en 2008, de los 1.300 millones de internautas de todo el mundo, más de la mitad utilizaba Google para buscar información y noticias.

A partir de estos datos, Johnnie comenzó a alertar sobre dos serias amenazas que él atribuía al monstruo global:

1- Su capacidad de recopilar y archivar datos sobre los usuarios.
Los datos que obtiene el buscador son una dirección de IP (anónima en principio) y unas tendencias de búsqueda y de compra online de bienes y servicios. Esa dirección de IP es como un número de teléfono que permite ubicar geográficamente el ordenador al que pertenece. Además, cuando los usuarios crean una cuenta en Google o en cualquier otro portal, sea de correo, contactos, compras etc. facilitan sus datos personales; si esos datos se cruzan con los que recopila el buscador, se puede obtener un auténtico dossier sobre una persona con nombre, apellidos, dirección, intereses culturales, afinidades políticas, perfil de consumidor, tarjetas de crédito, cuentas bancarias…

Johnnie se burlaba en sus escritos de la ingenuidad de los usuarios de Google, seducidos por sus servicios «gratuitos»: Gmail con buzón de 2Gb, iGoogle, G. Earth, G. Mars, etc… Ya se lo decía su padre, vendedor a domicilio: «En esta vida, nada es gratis».

Frente a los defensores de la privacidad de datos, Google argumentaba débilmente que el archivo de datos y el rastreo de los correos se hacía para mejorar la calidad de los servicios, prevenir el spam y los virus.
Pero sus defensores a ultranza han sido los usuarios de Internet, que consideran imprescindible su motor de búsqueda para navegar.

Mientras, Johnnie daba cuenta del crecimiento vertiginoso y desmesurado de la red de ordenadores y servidores de Google. Según sus números, unos 400.000 ordenadores instalados en unas 25 «granjas», diseminadas por todo el mundo: Holanda, Bélgica, Lituania, Taiwán, China, India…diseñadas a imagen y semejanza de la mayor de ellas, el «Proyect 02» de Oregón: una instalación del tamaño de dos campos de futbol, con 10.000 ordenadores que compartían una memoria gigante y dos torres de refrigeración altas como un edificio de cuatro pisos, con sofisticadas medidas de seguridad para prevenir atentados y ubicada junto a una central hidroeléctrica para prevenir apagones.

Esta infraestructura global es la que permite a Google responder a un millón de consultas por segundo y a su vez, almacenar y procesar los datos obtenidos.

¿Conclusiones? Según Johnnie, Google sabe más que todos los servicios de seguridad y espionaje del mundo juntos… y podría vender sus conocimientos al mejor postor.

2- Su capacidad de controlar el mercado mundial de productos y servicios.
Gestionando todos los datos que posee con el programa adecuado (data mining), se pueden obtener informes valiosísimos para la estrategia de marketing de cualquier empresa del mundo, lo que posiciona a Google como auténtico amo de la publicidad.
Además, ha entrado a saco en el mercado (online y offline) de la TV, la radio y los periódicos y más recientemente en el de las telecomunicaciones móviles y fijas, como proveedores de software y hardware, cables transoceánicos, etc., aumentando con ello su poder de intervención en el mercado global hasta límites incontrolables.

En su último informe, Johnnie había recomendado la intervención del Estado en Google por violar todas las leyes de privacidad de datos y de la libre competencia, y por ser una potencial amenaza para la seguridad en el caso de que vendiera sus datos a otra nación. Cuando el jefe lo convocó a su despacho, primero lo felicitó por el meticuloso trabajo realizado en los años anteriores, le informó de que el gobierno americano, tal como él había sugerido, había decidido nacionalizar Google (pagando a sus propietarios su valor en bolsa). Y acto seguido le comunicó su despido, toda vez que los servicios de agentes como Johnnie habían dejado de ser necesarios gracias a los archivos recién adquiridos, que serían manejados por los expertos de Google.

Johnnie Walker, que en su vida había probado el alcohol, en un intento de disociar todo lo posible su nombre de la marca de whisky , brindó con licor homónimo la noche del 12 de marzo de 2011 por la muerte de los culpables de su ruina profesional.

0 respuestas a «La venganza de Johnnie»

Yo no he leído el libro (ya me lo prestarás). Pero… si uno se detiene a pensar… Es lógico que Google tenga más información que todos los servicios secretos del mundo ¿no? Los servicios de información necesitan espías y un gran presupuesto para hacer que la gente «hable» o transmita información, a Google todos se la damos encantados. Porque mi información y tu información y la del otro es la que hace que Google sea posible. Si hubiera muchos buscadores sería todo más coñazo… En el fondo supongo que, a pesar de todas las leyes que se salte google, a todos nos resulta más cómodo que haya sólo un monopolio, que sólo necesitemos acudir a un sitio para encontrar lo que buscamos.
Que no digo yo que los de Google sean buenos o malos, sólo pienso en voz alta como usuaria del nuevo dios de nuestra era.

Información es poder. Y hay que reconocer que son unos genios. Las consecuencias a medio o largo plazo son, como mínimo, preocupantes. Pero de alguna manera se tiene que acabar todo esto. No estará el Sol eternamente calentándonos.

Muy bueno.

Al pobre Johnnie se le ve un poco quemado. Quizá es porque nadie le ha explicado que todo este tinglado de internet fue un invento militar y que ahora que se ha convertido en totem al que hay que adorar. Y ya se sabe que no hay nada más perjudicial para el ser humano que las religiones. Hace 30 años, el departamento de Estado y algunas empresas de telecomunicación norteamericanas (ITT, entonces especialista en asesoramiento de golpes de estado en latinoamerica, IBM y demás gigantes) reunieron a una serie de periodistas europeos de tendencia conservada en Estados Unidos y les explicaron las ventajas de lo que entonces se llamó telemática. Aún recuerdo el comentario de un conocido mío que asistió al evento: Esto va a ser la bomba, vamos a estar todos conectados, no vamos a tener secretos y todo lo podremos hacer desde un ordenador, desde poner la lavadora hasta tomarnos la tensión. Entonces nos parecía muy lejano pero ya vemos….
No es que a los usuarios les interesa tener un monopolio, es a las empresas de telecomunicaciones a las que les interesa. Cada vez que alguien hace clic en cualquier sitio de la red ellas se llevan un poquito de dinero, que no es tontería si lo multiplicamos por los millones de usuarios. Y a más tiempo, más dinero. Vaya chollo!!! Como todo, los nuevos inventos hay que saberlos usar y sobre todo, ser más independientes de lo que somos y no dejarnos engatusar porque para consultar y también hay libros…

Lo sabemos, lo sabemos. El informático lo cambia cada dos por tres, pone la B en su sitio, y a los pocos días vuelve a estar la V, no me preguntes por qué. Vicente, si lees esto, please… ponnos la B.

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