Mi única opción es morir con las botas puestas; por mucho que me den, yo no puedo arrojar la toalla: cada vez que subo al cuadrilátero, en la primera fila dos pares de ojos no se apartan de mí.
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Mi única opción es morir con las botas puestas; por mucho que me den, yo no puedo arrojar la toalla: cada vez que subo al cuadrilátero, en la primera fila dos pares de ojos no se apartan de mí.