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Sobre las pensiones

por Marisol Oviaño
Fotografía en contexto original: escritosetc
Vejez

A consecuencia de los artículos de economía que vamos colgando aquí, mi teléfono suena mucho más de lo habitual. Amigos de toda la vida, exalumnos y conocidos me llaman para contarme su visión del asunto y para informarme de lo que saben.

Oye, que mi cuñado ecuatoriano llevaba tres años viviendo en España cuando tuvieron que operarle de una rodilla, y desde entonces cobra una pensión por invalidez de 800 euros; que la exmujer de mi amigo Manolo lleva tres años cobrando una pensión de 1500 euros porque los médicos consideran que tiene una grave depresión que ha derivado en enfermedad mental, pero no estará tan grave cuando ha pasado todo el mes de enero esquiando; que mi amigo fulanito no ha trabajado nunca, pero desde que le diagnosticaron sida hace años- lo que no le impide trabajar, ni viajar, ni pegarse la vida padre-, cobra una pensión de 700… y así ad infinitum.

Ahora que se habla de alargarnos la edad de jubilación, empezamos a caer en la cuenta de la cantidad de pensiones no contributivas (esto es: cuyos beneficiarios son gente que ha cotizado muy poco o nunca), que han puesto su gotita en esto de acabar con el Estado de Bienestar. Porque se da el caso- desde mi punto de vista, injusto- de que amigos míos que se las han ingeniado para no pegar un palo al agua, cobran más (y cuando digo más, me refiero a casi el doble) que mi madre, que ha cotizado 25 años.

Y últimamente no paran de llegarme noticias de que, todas aquellas pensiones susceptibles de ser revisadas, lo están siendo: sus beneficiarios están recibiendo cartas en las que les comunican que el chollo se ha acabado. Teniendo en cuenta la que está cayendo, era previsible que tarde o temprano se cerrara el grifo de las pensiones que cobra gente que puede trabajar o que tiene toda la vida por delante para luchar.

Pero el último caso que me ha llegado es más preocupante. La madre de mi amigo X tiene más de setenta años, y cobraba pensión de viudedad y una justificadísima pensión por enfermedad mental, lo que le permitía vivir, si no con desahogo, sí dignamente. Le acaban de anunciar que dejará de cobrar la segunda. Es decir, el Estado está empezando a dejar en la calle a ancianitas desvalidas.

No busques artículos sobre el asunto en ningún gran medio de comunicación. Se limitan a hablar de las futuras pensiones, pero ninguno está informando de las cartas que la Seguridad Social está enviando a miles de personas. Muchas de ellas, como la madre de mi amigo, no engrosarán las estadísticas del paro, porque no tienen ya edad de trabajar, y quedarán fuera de las grandes cuentas de ministros y periodistas.
Pero que nadie hable de ello, no significa que el problema no exista.

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