Autor: Gustav Janouch
(Editorial Destino)
Gustav y Kafka están manteniendo una conversación sobre el Estado y el descontento de los ciudadanos. El primero que habla, es Kafka:
– ¿Por qué no?¡Mire por la ventana! Podrá ver desfilar ya el explosivo que hará volar por los aires nuestro Instituto de Seguros contra Accidentes y todas las demás instituciones que lo rodean.
El funcionario apoyó la barbilla sobre sus dedos cortos y gordezuelos.
– Está exagerando, doctor. La calle no supone ningún peligro. El Estado es fuerte.
– Sí- asintió Kafka-, su fuerza se basa en la inercia y en la necesidad de tranquilidad de la población. Pero ¿qué pasará cuando ya no podamos satisfacerlas? Entonces sus increpaciones de hoy podrán transformarse en una norma de menosprecio de validez general, porque las palabras son fórmulas mágicas. Dejan huellas dactilares en los cerebros que en un abrir y cerrar de ojos pueden convertirse en pisadas de la historia. Tenemos que tener cuidado con cada palabra que pronunciamos.
0 respuestas a «Mis conversaciones con Kafka (extracto)»
Gracias por invitar a la reflexión desde el sosiego.
Se estaba haciendo mucho ruido.
De nada.
Pero no quisiera que os llamárais a engaño. Los post del «ruido» no han desaparecido por nuestra voluntad. Anoche el servidor en el que estamos alojados recibió un ataque salvaje porque, quienes de verdad hacen ruido con bombas y pistolas, no pueden soportar que haya voces discordantes, y una vez más han hecho gala de su talante totatilario y dictador silenciando a quienes no están de acuerdo con ellos. No contentos con boicotearnos a nosotros, únicos responsables de lo que decimos y publicamos, encontraron la manera de boicotear al servidor y perjudicar a muchas otras personas que nada tienen que ver con nosotros ni con nuestras opiniones.
Y, mientras el servidor intenta restablecer el servicio de nuevo, hemos hibernado el artículo, los comentarios y los banners. Supongo que creen que la Red también les pertenece y que también aquí pueden imponer su particular omertá. Aquí no hace falta pegar un tiro en la nuca, no hacen falta bombas para callar la boca de muchos ciudadanos indignados.
Debemos mucho a quienes nos alojan, y para no perjudicarlos más y para poder volver a estar operativos en tanto y cuanto se aclara la cosa, hemos tenido que dar un paso atrás y retirar- de momento, espero- el artículo y las respuestas que provocó.
Pero tened bien seguro que ese paso atrás ha sido sólo para tomar impulso.
Yo me sé de uno al que nunca le pasará esto…
Y además seguirá dándonos lecciones de moral.
…luego cabalgamos, jefa, luego cabalgamos.
Siento mucho el boicot, Marisol. Tampoco yo quiero ser malinterpretada.
Vivo en Vizcaya, nací aquí. No soy nacionalista, pero me siento vasca hasta la médula. Es una cuestión de tripa.
He tenido amigos secuestrados durante meses, vecinos asesinados, conocidos a los que han asesinado a familiares. Han puesto bombas cerca de mi casa, cerca de casa de familiares, cerca de casa de amigos. Mis padres tienen amigos que, por negarse a pagar el impuesto revolucionario, han tenido que irse de su tierra, y se han encontrado con la vida partida. He llorado de rabia acompañando a alguna de estas personas.
He ido a manifestaciones, a concentraciones, me he desplazado a otros pueblo para participar en ellas. Cuando mataron a Miguel Angel Blanco fué muy doloroso. He visto a los de la «kale borroka» quemar contenedores y autobuses. En el pueblo en el que vivo, desde hace años, familiares de presos de ETA se manifiestan todos los jueves por ellos. Llevan pancartas con sus fotos. A veces van encapuchados, o encienden antorchas.
Por mi trabajo, me muevo por las tres provincias vascas. He sentido el miedo al entrar en determinados pueblos, cómo todos te observan y callan. Vayas a lo que vayas, sobras.
Por mi trabajo también, dos o tres veces al año viajo a otras ciudades españolas. A menudo, me he encontrado con situaciones incómodas y duras. Quizá las más dura fué el 11 de marzo cuando pusieron las bombas en Atocha. Mientras el partido que entonces estaba en el poder ( junto a su televisión) hacia creer a toda España que había sido ETA, mientras pudo aguantar aquella mentira, una de las personas con las que hablé por motivos de trabajo durante esa mañana, me acusó y me metió en el mismo saco que a esa banda de asesinos. Supongo que alguna otra más, aunque no lo dijo, también lo hacia .
Esa mañana lloré de frustración, de indignación, de impotencia por la tragedia y por la acusación que me hicieron . Y fué la primera y única vez que, hasta que se desveló la mentira, me avergoncé de ser vasca.
Una de las cosas más difíciles, es tener que explicarle a mi hija de doce años que es lo que pasa en su tierra. y no inculcarle odio hacia nadie. Por que el odio te destruye. Y porque mi hija tiene amigas que sus padres son nacionalistas, y yo también los tengo. Y a mis amigos no me los toca nadie. Y mi hija tiene el mismo sentido de la amistad que yo. Que los políticos son otra cosa.
Mañana, antes de su partido de baloncesto, nos acompañará a votar a su padre y a mi.
Es muy fácil ser valiente desde un lugar seguro (esta frase no es mia). Éste no es un lugar seguro, pero créeme, es una tierra de valientes.
..y no me gusta la violencia, por muy noble que sea la causa de la que nace, porque por ello, no deja de ser violencia.