Miguel Pérez de Lema
Lo que más nos gusta de los tiranos derrocados no es tanto su expresión de fastidio, o de miedo, como su sorpresa.
Viendo las imágenes del matrimonio Pujol entrando en el juzgado ha sido inevitable recordar, lateralmente, el juicio sumario al dictador Ceaucescu y a su esposa.
Evidentemente, ni los Pujol son los Ceaucescu ni la España de 2015 es la Rumania del 89.
Sin embargo hay algo en la actitud, en esa ancianidad frágil pero todavía desafiante, que sigue comunicando una escena con otra. Ambos matrimonios debieron vivir la misma sensación de impunidad durante su reinado, apropiarse de la misma identificación con La Patria, tener un semejante control de los mecanismos del poder.
En Cataluña, además, sus súbditos les votaban regularmente para que siguieran guiando los destinos de la Nación.
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