Por Rodolfo Naró
Fotografía en contexto original: empresuchas
Cuando comencé a escribir poesía, hace ya muchos años, más de veinte, lo hacía para nombrar las cosas con mis palabras, para expresar un sentimiento que me torturaba y exorcizar mis temores. Al principio lo hacía a escondidas. Por muchos años nadie de mi familia o amigos sabía que leía y escribía poemas. En la familia cada hijo carga con un estigma diferente, según el grado y número de hermanos que tenga. Por ejemplo, el mayor siempre será quien lleve, de cierto modo, la responsabilidad de velar por los otros. Se toma atribuciones que no le corresponden, pero que sin embargo cumple. Así también hemos escuchado muchas versiones de los hermanos sandwich. El trauma del menor, muchas veces es porque nunca se le toma en cuenta, en los concilios entre hermanos es el que menos debe opinar porque los otros creen que es quien menos sabe. Siembre se le ve inmaduro, el pequeño al que hay que proteger o en el peor de los casos al que menos respetan y con el que terminan divirtiéndose o abusando. Ese fue mi caso, siendo el menor de cuatro hijos, muchas aficiones o juegos tenía que hacerlas a escondidas para evitar la burla de mis hermanos mayores. Crecí sin ninguna dirección, observando y tratando de armar mi personalidad a través de los libros que iba leyendo.
Fue también cuando pequeño que, por un azar, me descubrieron una desviación en la columna, mi padre, siendo médico me hizo unas placas y descubrió que la séptima vértebra cervical no se había formado del todo cuando estuve en construcción en el vientre de mi madre, le faltaba la mitad y por consiguiente una costilla. A partir de ahí fue un peregrinar de médicos, hospitales, ejercicios y terapias, para evitar una mayor curvatura que, con mi crecimiento iba tirando hacia la izquierda, años después hacia la derecha y al final para uno y otro lado. Se me diagnosticó escoliosis congénita y al cabo de diez años de visitar periódicamente al especialista en la ciudad de México, la operación fue inevitable. A mis dieciséis me pusieron una barra de acero de treinta centímetros para alinear las vértebras, injertos de hueso para adaptarla a mi cuerpo y terminara haciendo la función de la columna: sostenerme. Sólo he quedado un poco impedido de movimiento y agilidad, sobre todo en el cuello, por lo que en la preparatoria y en la universidad, entre mis amigos de la colonia Providencia de Guadalajara tuve los apodos más sobresalientes, pero ninguno prosperó hasta esta fecha.
Por eso he empezado a escribir esta columna, para seguir nombrando mi tiempo y mi mundo. Escribir lo cotidiano, lo que me atormenta o apasiona, defender mis opiniones, que siempre pueden ser buenas para el debate, como de cierta manera han provocado mis pasadas entregas. Una columna donde pueda compartir mi trabajo, mi proceso creativo. Hablar un tanto de política o historia. Mis rutinas y obsesiones. El sexo y lo que me erotiza. Las cosas simples. Mi mirada. Escribir de aquello que ocultamos por pudor o sentimentalismo. De lo que me preocupa. Mis odios y pequeñas venganzas. Mis viajes sin retorno. Mis sentimientos. Mis intentos y fracasos, del volver a empezar. El desamor. Las mujeres. Descubrir el testarudo y torpe razonamiento masculino. Lo que se dice con los ojos. Mi comida favorita, mi pasión por la pimienta y el ajo. La música que escucho, el cine que veo. Mis lecturas y autores predilectos. Mis maestros. Mis amigos, que son fuente inagotable de inspiración. De quienes ya he escrito en otras ocasiones sin pedirles autorización para usar sus nombres, pero la gran confianza y el cariño que les tengo me avalan para contar nuestras anécdotas, tratando que el lector no distinga la realidad de la ficción, porque un tanto así es la vida, como la vivimos y como creemos o queremos vivirla. Muchos de ustedes me disculparán si en algo no soy muy preciso, pero nunca escribiré nada que pueda ofenderlos ni denunciarlos. Por lo que están advertidos, cualquier cosa que digan o hagan puede ser narrable en mi columna y a veces pueden ser personajes de mi ficción diaria, donde dejo de ser yo para encarnar al otro, al personaje que escribe, y hablar sobre el principal enemigo que todos tenemos: uno mismo.
Nada de doble interpretación hay al nombre que le he dado a estos escritos, como algunos me han preguntado, pensando en otras turgencias que también suelen inclinarse. Nada hay más cierto en mi vida que mi columna (vertebral) chueca.
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Rodolfo Naró, poeta y narrador mexicano, su libro reciente es El orden infinito, finalista del Premio Planeta de Novela 2006.
0 respuestas a «Mi columna chueca»
Estoy seguro que tu «Columna chueca» tendrá una gran derechez.
Estoy seguro que tu condición de menor entre tus hermanos, te habrá dado la fuerza suficiente para plasmar en el papel las palabras más pausadas y precisas, y que pesaran hondamente en nuestras mentes, dejandonos las huellas y sensanciones más profundas y electrizantes.
Estoy seguro que tu columna, tu chueca columna, nos enderezará nuestra escoliósica razón preñada de ganas de rehabilitarse con tus vertebradas palabras de buen hombre y seguro que de mejor corazón…
Estoy seguro, que no hay mejor poeta ni narrador, que aquel que fué forjado por las torcidas dificultades de una escoliosica vida y que con su escritura no cesa de querer enderezarla.
Estoy seguro que tu «columna chueca» no necesitará de rehabilitaciones literarias, sino más bien, nos rehabilitará las torcidas sensaciones del hipotálamo con la brillantez de un recto y gran proceder.
Y como estoy seguro de que no soy yo el mas rectamente adecuado para darte la bienvenida, y aún siendo el más torcido de la familia de escoliósicos proscritos, pues eso… que bien sean recibida y entendidas tu columna chueca y… tu chueca columna .
«Que tu columna chueca» no sea impedimento para andar erguido en este mundo de las torcidas palabras y de las sinuasas y reptantes escenas cotidianas de la literatura, que ya veo que es necesario desear, porque ya sin duda lo has conseguido.
Quise decir en mi último parrafo… «que ya veo que no es necesario desear»… jejejeje
gracias
Picobufi, gracias por la bienvenida, por tus palabras que leo y releo. Seguimos,
Rodolfo Naró
Gracias a ti… y sobre todo por contestar.
Si… seguimos, pero mejor tu escribiendo y yo leyendo.
(Y como me releas mucho vas a descubrir lo retorcido de mi derechez… jejejeje )
Saludos.
Y tras escribir un comentario sobre su relato ruso, leo este y descubro reflexiones que responden en cierto modo a mi intervención anterior… casualidades quizá… pero justamente aquí responde a lo que allí en cierto modo preguntaba… Ficciones y Realidades solapadas… Nombres, Avales, Precisiones e Imprecisiones… Libertades
Que curioso… Pensamientos paralelos…
Saber que os leemos es importante para vosotros y , saber nos leéis es importante para nosotros.
Gracias Rodolfo, has puesto el punto que nos hacía falta.