por Marisol Oviaño
Mi hijo se marchó a eso de las once a las fiestas de Majadahonda, con una botella de agua que había llenado hasta la mitad de ron y cocacola.
Cuando acabe este artículo, yo me iré a leer a la cama hasta que me entre el sueño. Entonces apagaré la luz y dormiré tranquilamente.
Mientras, mi madre pasará otra noche en el hospital, donde mi abuela agoniza desde hace días.
Cuando muera, todos iremos de entierro.