por Robert Lozinski
Fotografía en contexto original: elitedaily
Un rico puede parecer pobre; de él no se va a reír nadie. Pero de un pobre que se esfuerza por ocultar su condición y no lo consigue… se van a reír todos.
En el liceo de enseñanza secundaria donde doy clases hay chicos de familias ricas y chicos de familias que no lo son. Los chicos ricos hacen a veces ostentación de cierta negligencia en la indumentaria; pueden llevar la camiseta agujereada, el móvil con mil grietas, pero de ellos no se reirá nadie. Los chicos de condición económica modesta, por lo general, visten impecablemente y tienen teléfonos muy bien cuidados, siempre en sus fundas limpias, pero si cometen algún error en su vestimenta, ese error atraerá la atención de los demás. Se burlarán de ellos o les llamarán la atención con comentarios ofensivos.
Cuando se tiene algo en exceso –cualquier cosa: amor, dinero, salud- ese exceso se desprecia. Cuando se tiene lo justo o sólo un poco, ese justo, o ese poco se valora.
Pero no es sólo eso lo que ahora me preocupa. Me preocupa también la prontitud en burlarnos del débil y del pobre. Cuantos más somos los que nos burlamos, mejor nos sentimos. ¿Somos muchos? Entonces tenemos razón.
Al rico y al fuerte se les perdonan los errores más fácilmente que al pobre y al débil. Siempre ha sido así. Por eso el rico los comete y no les tiene miedo: porque tiene quien pagará por ellos.
—
Robert Lozinski es autor de La ruleta chechena