Miguel Pérez de Lema
Somos tan viejos como para haber visto el walking dead de los 80/90 por las calles de Madrid, dando emoción a las plazas de Chueca y Malasaña, y creando un escenario de pesadilla en los barrios extremos, las ciudades dormitorio, los trenes de cercanías, los pasillos del metro, los parques y jardines, y finalmente, los tanatorios.
La inocencia, el desarraigo, el gañanismo y el abandono de aquellos años llevó a la drogaína a media generación, según el relato mítico ochentero. Pero ahora, pasado el rito del sacrificio, ya somos modernos certificados, europeos championlig y «eso» no puede volver a ocurrir. Los jóvenes son menos estúpidos, hacen deporte, hablan idiomas y están a salvo. Porque todo es mejor ahora. Ahora, todo es el recopetín con güifi y blutuz.
Lo cual que el otro día una niña de 13 ha entrado en coma etílico en un parque del cosmopolita barrio de Arroyo Culebro. Los medios mediáticos dicen que esto pasa porque hay unos chinos muy malos que venden alcohol a los menores.
-Y no pagan impuestos, que me lo ha dicho mi nuera.
-Pudiera ser, señora.
La noticia se suma a la muerte de otra niña botellonera un mes antes en un descampado, y habría que empezar a preguntarse qué pasa para que estas criaturas se metan estos pasotes. Las que entran en coma etílico salen en Anarosa pero es de suponer que contamos con otros miles de preadolescentes que también soplan como un minero galés pero tienen más suerte o un hígado más curtido, y van librando.
-La niña se había bebido una entera botella de ron.
-Sí, señora, de eso estamos hablando.
Lo que sí tenemos y no teníamos en los 80/90 es todo un ejército de cuchipandas para la protección de la chavalería, a nivel municipal, provincial, autonómico, estatal y europeo, más toda clase de asociados sinanimodelucro, que suman decenas de miles de efectivos, con sus despachos climatizados, que hacen posters, dan charlas, y están como muy en el tema de la cosa pueril. Así que, por ese lado, estamos cubiertos.
Pero sigue habiendo, parece que sigue habiendo, una vuelta al brutalismo, al desarraigo, a la estupidez, y a lo mejor una parte de esta generación ha empezado el camino del suicidio colectivo sin que nos demos cuenta, ni le importe a nadie mientras no salga en Anarosa. Ya no es la atroz heroína, por suerte, ahora es el alcohol de alta graduación, un millón de veces más abundante y disponible.
-Apañados estamos.
-Usted lo ha dicho.