por Antonio Santos
En estos tiempos de pesimismo apocalíptico uno ve y escucha un mensaje como el de José Cordeiro y lo primero que siente es un subidón de optimismo y fe en la humanidad. Constatar que la solución de problemas como la contaminación, la pobreza, el hambre, la enfermedad y hasta la muerte tienen, o van a tener en un futuro inmediato, soluciones gracias a las nuevas tecnologías, te cambia la percepción del mundo.
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Ya más en frío, uno, gato escaldado de las apologías en la red y un poco mosca con las formas de tele-predicador del personaje, empieza a hacerse preguntas como, por ejemplo, la viabilidad de una humanidad inútil y ociosa en expansión y sin bajas por defunción. Tras compartir el enlace con interlocutores de confianza, uno recibe información que pone el foco en la letra pequeña del mensaje anterior.
(Ver entrevista a Yval Noah Harari en El periódico)
Del desesperanzador mensaje de Noah-Harari me quedo con lo que él dice pretender finalmente: “No predecir el futuro, algo que es imposible, sino abrir mentes y pensar de una forma más creativa sobre el futuro”.
Yo creo que lo que llamamos realidad es una ficción compartida, una película en la que somos actores interpretando un guión que vamos escribiendo entre todos sobre la marcha con nuestras intenciones y acciones. Nadie puede predecir ni imponer unilateralmente los giros de la trama, porque está sujeta a tantas variables como personas hay en el mundo. Matemáticamente, es un sistema caótico sometido al llamado “efecto_mariposa” que, por ejemplo, hace impredecible el clima.
Otro ejemplo histórico es la inoperancia de los planes bélicos.
Las operaciones militares son desde siempre las acciones humanas mejor planificadas; expertos estrategas y logísticos tienen en cuenta sobre el papel todos los medios y circunstancias propios y del enemigo. Sin embargo, es el imprevisible factor humano del soldado en combate lo que finalmente determina el resultado, que rara vez coincide con el previsto por los expertos.
En cuanto al gran salto que salve a la humanidad, creo que ha de ser de conciencia y no de inteligencia. Ningún algoritmo, por potente que sea, llegará nunca a tener intuición, esa forma de conocimiento que a lo largo de la historia del homo sapiens ha inspirado a individuos singulares, como Aristóteles, da Vinci, Einstein o Hawkings, descubrimientos que han impulsado a la ciencia al nivel actual. Ningún ordenador puede sentir la inspiración que ha hecho sublimes a los grandes artistas.
Intuición e inspiración son inherentes a la raza humana y no pueden ser emulados por máquina alguna. Emanan de la esencia que compartimos con el universo, que muchos llamamos espíritu y que ignora alevosamente el mensaje de la Singularity University
en boca de su apóstol Cordeiro.
Ningunea también la fuerza de esa parte de la humanidad que aún hoy, en Oriente y en Occidente, practicamos técnicas ancestrales de meditación y autoconocimiento en búsqueda de una nueva conciencia. Un intento de conectarnos a la Inteligencia Natural que ha diseñado el algoritmo biológico capaz de inventar la Inteligencia Artificial. Cuando esa minoría, la sal de la tierra, alcance el punto crítico necesario, se producirá el próximo salto cuántico en la evolución de la humanidad, un inesperado giro hacia un final feliz en la trama de la película ”El hombre y la tierra”.
5 respuestas a «El futuro que viene»
No seré yo quien te pinche el globo, Antonio Santos, pero eso que dices de la intuición… la conciencia… cada vez más científicos están llegando a la conclusión de que la conciencia es una simple cuestión de complejidad, es decir, cuando un sistema alcanza cierto grado de complejidad se convierte en consciente… no te digo más.
Pues amigo Luis, te agradeceré que digas más, porque no me queda claro cómo esa conclusión de los científicos contradice mi tesis. El que una inteligencia artificial pueda llegar a alcanzar el suficiente grado de complejidad como para ser consciente de su propia existencia, que está por ver, no presupone que vaya a acceder a ese conocimiento intuitivo al que me refiero.
Pues yo conozco por lo menos una máquina que cree tener conciencia e intuición: un servidor. A menos que -por alguna razón- tu definición de máquina excluya las construcciones moleculares capaces de realizar acciones consumiendo energía.
Me refiero a herramientas creadas por el hommo sapiens
Fe de erratas: homo