Decimos adiós al ensueño leporino, pues el frío ha empezado a calarnos los huesos. Y a mí más, pues aún no me acostumbro al frío nórdico, no sé si alguien puede. Al llegar a la primera manzana habitada damos con un puesto de aluminio y vidrio pero dotado de calefacción. Nos acomodamos en uno de los sillones acolchados y pedimos dos porciones de papas fritas. La bandeja de mi amiga llega con la mayonesa de rigor y además un pegote marrón similar a la manteca de cacahuetes.
-Tienes que probar esto –me dijo Papita.
-No.
-Anda.
-¿Qué es?
–Pindasaus.
-No sé…
-Hazme caso.
Es una revelación. Pero no me he equivocado, solo que esta particular salsa de cacahuetes es indonesia y, por tanto, peor que el crack. Muchos recuerdan el día de las Torres Gemelas, yo recuerdo el día que descubrí el pindasaus.
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