Categorías
General Series Viajeros

Diarios neerlandeses, 59

por Claudio Molinari Dassatti

59

Detrás de los búnkeres se encuentra la red de caminos de tierra y trincheras que comunicaba el complejo, y que en la actualidad usan bicicletas y senderistas.

Descansamos en una laguna cercana y estudiamos por donde regresar. Papita me señala una senda para caballos plagada de pozos en la que cada uno de nuestros pasos sería un suplicio. A ella le encantan esos desafíos. Sonríe:

-Por allí podemos llegar a donde están las bicis.
-Ni borracho.

Tras dejar atrás dunas y búnkeres, llegamos al extremo noroeste del pueblo. Es un descampado muy irregular cubierto de hierba, un paisaje casi lunar resultado de haber recibido cientos de camionadas de tierra o la descarga de toneladas de bombas. Mientras lo atravesamos, despunta de pronto un sol rasante y débil pero anaranjado. Entonces de entre los montículos de tierra comienzan a surgir de sus madrigueras conejos.

Los hay por todas partes, corriendo, dando brincos, olisqueándose unos a otros. Es casi un sueño ver a familias de conejos blancos e impolutos asomarse a disfrutar el frío y anaranjado atardecer holandés. Estamos en el epicentro de un territorio leporino protegido.

-Nunca he visto conejos relajados, Papita. Los que yo conozco siempre están huyendo de las escopetas.

—-
Ver todas las entradas de esta serie: Diarios neerlandeses

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *