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Diarios neerlandeses, 40

por Claudio Molinari Dassatti

40

El travesti deja la parrilla a cargo de un calvo que ahora nos ofrece salchichas asadas en baguettes. Comemos, bebemos y saludamos a Irene, una pelirroja de gesto duro y parca en palabras que se dedica a entrevistar a europeos del Este que vivieron el derrumbe de la Unión Soviética. Es amiga de una amiga de mi amiga.

-¿Qué estás haciendo? –le pregunta Papita.
-Un largo.
-¿De ficción?
-Documental.
-¿Interesante?
-Más interesantes están estas salchichas.

La segunda galería, que según mis notas se llama TAGDO aunque no puedo asegurarlo, se encuentra a unas quince calles. Precisamente en las inmediaciones de la antigua residencia de Spinoza, que era de Amsterdam y por tanto comería el arenque con cebolla picada. A la vuelta, se alza la estatua del filósofo y se abre una calle por la que paseaban un centenar de hombres, casi todos marrones, con cara de buscar repuestos para el calentador de agua. Pero sus miradas los delatan: estamos es el barrio rojo de La Haya.
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