por Marisol Oviaño
Imagen en contexto original: redandblackwallpapers
Aunque pueda parecer que desde que se publicó Seduciendo a dios sólo he escrito artículos para este blog, lo cierto es que en ningún momento he dejado de escribir. En el cajón tengo guardadas dos novelas cortas, un buen puñado de poemas y una colección de relatos, El dinero sólo es dinero, que voy sacando con cuentagotas en forma de facsímil.
Sin embargo no he intentado mover todo este material por las editoriales, pues llevo más de ocho años abducida por la escritura de un novelón que me está costando sangre, sudor y lágrimas. Unos días tengo la sensación de que estoy construyendo una gran obra; otros, que estoy secuestrada por la maldita novela y que debería arrojar al fuego sus casi trescientas páginas para recuperar la libertad.
Pero no puedo hacerlo: hemos crecido juntas.
Hay quien escribe para que le quieran, o para hacerse rico o famoso, y supongo que no soy la única que escribe para comprender. Escribí la primera frase, “Gus Corraliza Sanz es una hoja en blanco sobre la que nada ni nadie puede dejar huella”, cuando todo era oscuridad. Pero el paso del tiempo ha ido poniéndolo todo en su sitio y ahora, después de cientos, tal vez miles, de horas de trabajo en el yunque en el que he ido dando forma de literatura lo que al principio sólo era dolor, por fin comprendo que las cosas son como son.
Cuando me entran ganas de tirar las malditas trescientas páginas al fuego, pienso en algo que un día me dijo el hombre que vive al filo: “tú tienes la obligación de escribir sobre todos nosotros”. Sí, soy la contadora de historias de la tribu. Y no recuperaré la libertad hasta que consiga poner el punto y final a esta.
En ello estoy.
Una respuesta a «El infierno del escritor»
Ese infierno de subjetividad fue más o menos lo que me hizo a mí abortar mi empeño en ser novelista. La única terapia es que a uno lo animen ‘desde afuera’. En literatura nunca hay objetividad. Sólo hay ‘momentos’. Y lectores. Yo, en este momento, creo que tu novela valdrá la pena. Es más, estoy deseando leerla. No desfallezcas. Además, estoy seguro de que es más fuerte que tú. Y sé de lo que hablo.