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El Ente y sus ententes

Miguel Pérez de Lema

La tele pública es como esos restos anatómicos que la evolución ha anquilosado pero no ha sabido eliminar y todavía perviven en un organismo. RTVE es una rabadilla, que además está rota, un apéndice, que se nos ha infectado, una cosa que da mucho repeluco cuando la ves por descuido en un zaping, y que aunque no la veamos nunca nos cuesta un dinero que no tenemos.

En el fondo, a ratos, nos gustaría poder seguir viviendo en un mundo de grandes televisiones públicas, con balas infinitas para «formar y entretener» al pueblo, con súper programas musicales de sábado noche, espinete, azafatas cachondas, olimpiadas, y su desenfadado toque juvenil como aquello de la movida cuando Alaska estaba buena. Nos gustaría como nos gustaría tener un curro para toda la vida y un piso en la Ciudad Pegaso. Pero es que no se puede, señora. Es que ya no hay de nada. Estamos en plena glaciación de los presupuestos, adaptándonos a formas de vida subhumanas, raspando líquenes de las piedras, y mientras en el Ente, mandan unos sindicalistas que ríete tú del Sindicato Vertical.

En el fondo, quizá, sería bonito que el mundo no se hubiera ido a tomar por culo y sentarnos cada noche a cenar sopa de cocido y pesacadilla enrosacada viendo una-programación-de-calidad-para-toda-la-famila, pero esto de la familia está como revuelto, disperso, y cada cual, las dos madres, el adoptado, uno de treinta, un ex que está de gorra, un culturista realquilado, vive al loro de su propia pantalla y sólo se comunica con el resto por wasap y cada cual cena a su hora cualquier cosa, de cualquier manera, y precocinado. No nos conoce ni la madre que nos parió.

En el fondo, sí, nos gustaría volver a ese útero ideal del desarrollismo, y es en ese marasmo nostálgico donde se mueve la programación del Ente, donde sus anquilosados profesionales siguen con una semántica y un ritmo de vals vienés, cuando los demás vamos a paso de reguetón y trash metal. Y en ese marasmo vive esa otra España, un 10%  hiperprotegido como el lince ibérico, la reserva de jubilados agrarios y provinciales que siguen viendo el parte y el tiempo, con su flaquita medio mona, y como mucho se aventuran a sintonizar la tele autonómica, que es de los suyos, donde hablan del precio del cereal y de las fiestas patronales, y su presidente da su discurso el día de Nochebuena, para no ser menos que nadie.

Y los demás a pagar la fiesta. Que no se diga que no nos dejan participar.

 

 

3 respuestas a «El Ente y sus ententes»

Cuán cierto todo. Pero en España, por acendrada tradición, los gatos tontos nunca se han dejado poner cascabeles listos. Por eso aquí la Ilustración nos pasó por encima de las nubes. Miguel, ministro de cultura, y yo hasta votaría.

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