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Băbănel, el chucho que no vota

por Robert Lozinski

No hace mucho los que gobiernan este país decidieron matar a todos los chuchos que vagabundean por Bucarest. Claro, como los perros no votan ¿para qué aguantarlos? Perdón, sin querer le he dado a la cuestión un miserable toque político.

Ahora a lo que iba.

En el semáforo por donde cruzo habitualmente camino del metro tenemos a Băbănel, un ejemplar de la raza bucarestina más pura, ahora en peligro de extinción.

Hace cosa de un mes más o menos me lo encontré como siempre en el mismo sitio. A más de diez bajo cero, erguido y recibiendo de lleno en el hocico los latigazos del viento y de la nieve. Cuando lo vi así me entró un dolor de corazón. Mi hijo lo acarició llorando. Le pregunté por qué estaba allí, al descubierto. No dijo nada. Apenas lograba mantener abiertos los ojos color ámbar.

Corrí en busca de una caja de cartón pero desistí. Lo más importante es que coma, pensé. En una tienda cercana compré dos grandes espaldas de pollo y en casa preparé un buen caldo con carne, huesos, harina de maíz para hacerlo más espeso y una pizca de sal. Salí a buscarlo. Al verme, corrió hacia mí con entusiasmo. Se lo comió todo en un minuto o dos y en seguida ladró dos o tres veces. Con fuerza, como dando a entender a todo el mundo que había recuperado todo el vigor perdido. Tranquilo, muchacho, le dije. Si esos hijos de puta se atreven a hacerte daño, se las van a ver directamente con Dios Nuestro Padre en persona.

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Robert Lozinski es autor de La ruleta chechena

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