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Vuelve el falo

http://youtu.be/fL-5kZCTJg4

Falóforo:

Término que designa al sacerdote encargado de llevar el falo durante las faloforias o fiestas consagradas a Dioniso en la antigua Grecia, donde el falo era considerado un símbolo de la fertilidad. En un primer momento el falo estuvo dotado de características mágicas, aunque terminó por actuar como atributo del dios o como divinidad propiamente dicha. Heródoto mencionó un antecedente de los falóforos en una ceremonia similar celebrada en Egipto en honor del dios Osiris. En aquellas fiestas dos sacerdotes se encargaban de llevar un enorme falo adornado con cintas y protegido con un disfraz. Herodoto nombró a Melampus fundador de los cultos dionisíacos en Grecia, al haber importado desde Egipto aquellas ceremonias. Hoy en día se cree, sin embargo, que las celebraciones en honor a Dioniso son originarias de Grecia. Al contrario que otras formas de culto a Dioniso, las faloforias no fueron orgías misteriosas, sino fiestas de carácter público. La parte central de las celebraciones fue el falo, que se realizaba de diferentes materiales, sobre todo en piel y madera de higuera, por ser considerada ésta sagrada para los seguidores.

Cada año se construía un nuevo falo y el viejo era arrojado con toda solemnidad al fuego, ya que los objetos sagrados en los cultos de fertilidad sólo podían tener un uso. Las celebraciones comenzaban con una alegre comitiva en marcha hacia el templo de Dioniso. El falóforo sujetaba en alto, a lo largo del recorrido, un falo gigante. La explosión y el juego daban comienzo cuando establecía una lucha, con el falo a modo de lanza, contra una amazona. Las mujeres jóvenes llevaban sobre sus cabezas cestas que contenían lo necesario para celebrar las ofrendas y sacrificios a Dioniso: un cabrito, vino, uvas, higos y manzanas. La marcha se acompañaba de cantos fálicos en honor de Falos, el alegre y libertino compañero de Dioniso. Los ithifaloi, vestidos con coronas de violetas o hiedra y con máscaras de borrachos se dedicaban a hacer todo tipo de bufonerías y burlas a los espectadores. El más importante de todos ellos era el falóforo, quien, pintado y ataviado con una llamativa túnica, acercaba a los asistentes la enorme representación del falo, sin duda para atraer la fertilidad, el florecimiento y la prosperidad sobre ellos. Al cortejo seguía el solemne sacrificio, auspiciado por el falóforo como sacerdote principal del culto. Después tenía lugar el banquete. Las faloforias llegaban a su fin con el cômos, es decir, el regreso a la ciudad del cortejo, más exaltado y procaz como consecuencia del vino.

Fuente: Britannica

Edición MPL

5 respuestas a «Vuelve el falo»

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