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La higiene de escribir

por Marisol Oviaño

Si no hubiera empezado a escribir a los 7 años, hoy sería una de esas mujeres amargadas que convierten la vida en un lugar irrespirable.

Escribir ha sido siempre mi arma secreta, el escudo que ha amortiguado los no pocos golpes que la vida me tenía reservados, el tercer ojo que me permitía ver más allá, el as en la manga, el plan B.

De escribir me viene esa fortaleza que evocarán mis hijos cuando yo ya no esté y tengan que enfrentarse solos a lo que mi primogénito llama “las pruebas que nos manda el Señor”. Esa fortaleza que aparta a los hombres de mi camino y hace que todo el mundo apueste por mí como si yo fuera un gladiador invicto e invencible.

Pero ser fuerte no es tan fácil como parece.
El débil se cansa, enferma, se rompe, se deprime, sufre mucho. El débil sólo tiene derechos.
Yo no tengo derecho a cansarme, ni a enfermar, ni a romperme, ni a deprimirme, ni a sufrir. Yo sólo tengo deberes.
Del débil nadie espera nada.
A mí se me exige que dé lo mejor: “Es que tú eres tan fuerte…”
Y habitualmente lo doy con alegría: para eso soy fuerte.

Pero ahora que la vida me pone ante una difícil prueba y compruebo que, una vez más, mi fortaleza es la coartada en la que el débil se atrinchera para hacer daño a lo que más amo; me entran ganas de matarlo.

Y lo que empezó como un runrún casi inaudible, acabó convirtiéndose un estruendo de rabia que no me dejaba dormir.
Y daba vueltas y vueltas en la cama fantaseando con levantarme, coger el coche, conducir temerariamente hasta la guarida del débil y sacarlo a la fuerza de su perímetro de seguridad. Como si eso pudiera servir de algo.

Y a las tres de la mañana, incapaz de soportar por más tiempo la tiranía de la impotencia, decidí entrar en acción.
Me levanté, encendí el ordenador y me puse a escribir con furia.
Línea tras línea, mis palabras fueron vaciándose de rabia hasta que no quedó en mí ni una gota de rencor. Seca, exhausta y tranquila, preparada para seguir afrontando la vida con alegría, vi amanecer y sentí una insoslayable urgencia de dormir.

Pero el cursor seguía palpitando sobre mis furiosas letras, que ya habían cumplido su misión.

“¿Desea guardar los cambios efectuados en Documento 1?”.
No.


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5 respuestas a «La higiene de escribir»

El vómito es algo que debería enseñarse en el colegio, es una terapia eficaz y barata;
ayuda a librarse de la rabia, a coger distancia, a relajarse, a aprender sobre uno mismo y los demás…

Cualquiera puede vomitar, el vómito no es literatura; aunque es la materia prima con la que escritor trabaja.

Marisol, estoy muy de acuerdo con lo que dice Luis Lozano. Yo también compartiría este artículo si tuviera un link a facebook ¿Por qué no lo haces?

Pues no pongo lo de Facebook porque primero tendría que actualizar la plantilla del blog, que es del año la tana. Y yo no sé hacerlo (ni tengo pasta para que me lo hagan). A ver si el amigo de mi hijo acaba los exámenes y le lío para que me lo haga a cambio de una Coca-Cola.

Pero en cualquier caso, si queréis compartir cualquier artículo de Proscritos en Facebook o en donde sea, sólo tenéis que pinchar en el título del artículo y copiar el link que aparece en la barra; en este caso:
https://proscritosblog.es/2013/06/18/la-higiene-de-escribir-2/

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