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La percepción de nosotros mismos

Mi trabajo consiste en convertir todo cuanto me rodea en información, soy un parásito de la realidad, y cuanta más información analizo, menos comprendo cómo las mujeres occidentales siguen siendo engañadas. No sé a quién se le ocurrió la idea de forrarse haciéndolas adelgazar, pero desde luego debía ser un mesías muy misógino. Veo a todas mis amigas matándose a dietas, aunque pierdan el lustre de la sonrisa, el brillo de los ojos. Y no doy crédito. Como si los hombres fueran exigentes. Una cosa es que admiren un buen cuerpo, como quien se deleita con una puesta de sol, y otra que tomen medidas antes de empalmarse. En todas las ciudades del mundo hay prostitutas viejas, feas, sucias, yonquies, con sida. Si los hombres fueran tan exigentes como las mujeres occidentales creen, todas las putas serían modelos de pasarela”. Inar de Solange en Seduciendo a dios

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por Marisol Oviaño

De jovencita me llamaba la atención que muchas chicas, guapas y atractivas, perdieran el tiempo lamentándose de que su nariz era demasiado grande (justo lo que daba personalidad a su cara), su pelo demasiado rizado (marco perfecto para sus facciones suaves) y su tripa demasiado redondita (muy sensual).

Yo me miraba en el espejo y no me encontraba un pero.
Podría haberme quejado de mis orejas demasiado despegadas, o de mi discreto trasero, que pasaba desapercibido frente a la rotundidad de mis tetas; o de mi poca estatura. Pero no perdí mucho tiempo pensando en lo que nunca podría ser: rubia, alta y esbelta. La vida me enseñó pronto que no debía fiarme de lo que pudiera ver en el espejo, y mi percepción de mí misma empezó a depender de lo que veía en las miradas de los demás.

Las mujeres suelen ser demasiado autocríticas, y la presión social para que se mantengan jóvenes y hermosas hace que muchas de ellas vivan en una auténtica paranoia, en la que el tiempo es el enemigo implacable. Las vemos pasar por el quirófano y recauchutarse una y otra vez. Pagan a los cirujanos para que borren lo que la experiencia ha ido dibujando en sus pieles y, a fuerza de borrar y borrar, acaban teniendo rostros sin expresión, páginas en blanco iguales unas a otras.

Aunque a los hombres suele sucederles lo contrario -auténticos callos malayos se mueven como si fueran más guapos que un billete de quinientos-, la presión social también está empezando a afectarlos: muchos ya se tiñen, se depilan, van al gimnasio más de lo conveniente y algunos, hasta se operan.

¿Se habrían operado si antes hubieran pasado por este ejercicio que propone -un diez a su equipo creativo-la compañía Dove?

9 respuestas a «La percepción de nosotros mismos»

Supongo que empezamos a valorar lo cerca o lejos que estamos del canon de belleza que nos interesa cuando perdemos la inocencia y cuando empezamos a ver más el mundo externo que el interno. También me parece que, fuera de la percepción y necesidad de ver la belleza incluso en nosotros mismos, valoramos lo externo en forma inversamente proporcional al interés y profundidad de lo que tenemos enfrente, cuando uno se enamora no hay lugar para estar pendiente si tenemos culo, ojos bonitos, barriga o lo que sea, la persona que está enfrente invade todo el espacio que esas cuestiones tenían antes de conocerle. Y lo mismo pasa cuando caemos en una depresión.
Y no estoy tan de acuerdo con el comentario de los hombres, por lo menos no son todos así. Y como me gusta personalizar porque las idealizaciones me parecen una paja mental ejemplificaré conmigo mismo. Hace unos cinco años me estaba separando y la que era mi pareja y yo decidimos hacer terapia de tal. En una sesión individual y no sé por qué cuestión la terapeuta me pregunta: «¿Tú te percatas de que eres atractivo?», y yo le dije que por supuesto que no, que toda mi vida sentí que era de los del montón y por debajo y con el correr del tiempo y ya llegando a maduro finalmente lo asumí. Ella se me queda mirando por un tiempo, pensativa y me contó que llevaba por lo menos dos años hablando con hombres muy guapos o atractivos y muy interesantes que no se enteraban para nada de ello. Así que…
Otra cosa, creo que la autocrítica de las mujeres es bastante de narcisismo y el resto de lo que sea, pero casi nunca tiene que ver con lo que desea el hombre de una mujer.
Varias veces he tenido conversaciones con amigos y hemos todos estado de acuerdo que las mujeres nunca nos preguntan si nos gustan unos kilitos de más o si preferimos apretar una teta caida que una de silicona, o las patas de gallo a una sesión de botox o una sonrisa franca a un engrapado de la piel del rostro en el occipucio. A veces parece que lo más importante es sorprender y ser foco de atención constante que asumir la belleza que cambia con los años.
Y un voto con toda mi masculinidad a esas mujeres que se dejan crecer su cabello con el color blanco precioso de sus canas.

Esto debería verse todos los días en la tele australiana porque no conozco otro sitio donde haya tanta obsesión por tener la piel tirante a lo Nicole Kidman. Yo creo que aquí las mujeres se inyectan botox hasta en las ideas (y por eso algunas madres regalan a sus hijas adolescentes operaciones de estética en lugar de… no sé… libros, ropa, un gato, o un consolador, me da igual…). Me gustaba más la moda del psicólogo neoyorkino que te ayudaba a verte con buenos ojos en lugar de cortarte la cara o paralizarte los músculos como si te hubiera mordido una serpiente amazónica.

Juan no sé porqué pensaste eso porque en esa época, en casa de Luis, en una fiesta, hicimos una encuesta entre las mujeres y recuerdo perfectamente que tú saliste como el más atractivo incluidos nuestros compañeros y maridos que estaban presentes…

Yo he visto alguna foto tuya que publicaste de cuando estuviste en México y pienso con toda sinceridad que, si lo hubieras querido, podrías haber sido modelo; es fácil quererse y aceptarse cuando se es tan atractivo.
Un poquito mas dificil resulta cuando se tiene la percepción de ser feíto(a). Si bien pienso que el amor propio y la aceptación por parte de los demas depende mas bien de la propia actitud y de la manera en cada quien haga uso de lo que le ha tocado, creo que no tiene nada de condenable aspirar a un mejor aspecto aunque para ello haya que recurrir a dietas, gimnasios e incluso cirujanos (sin excesos, creo que pueden resultar hasta saludables).
Saludos

Lo que muchos no comprenden es que las mujeres no desean estar ‘monas’ ante los hombres, sino ante sus competidoras las demás mujeres. Es lo único que explica el que las mujeres que se visten provocativamente (para un hombre) se ofendan muchísimo ante las miradas lascivas de los varones. Y es una llave que explica muchos misterios aparentemente metafísicos.

Yo, personalmente, no creo en los cánones de belleza.
Cuando tenía trece o catorce años, todos los chicos de la pandilla tenían sueños húmedos con las panaderas del pueblo en el que veraneábamos: tres hermanas gordísimas -de grandes tetas y gigantesco trasero- y gafas de culo de vaso. Además eran antipáticas, más brutas que un «arao» y tenían bigote.

A unos les gustan gordas y otras flacas, a unas les gustan altos y a otros bajos; lo que a una persona le resulta atractivo a otra le resulta desagradable… Yo creo que hay tantos cánones de belleza como públicos objetivos.

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