Categorías
General

El mundo del derecho

Miguel Pérez de Lema

No recuerdo en qué momento de la niñez empecé a desconfiar de lo que llamo «el mundo del derecho». Quizá fue el conocer a muchas personas que ascendían en la cucaña social de la transición señalando con el dedo a los que se quedaban relegados, a los perdedores. Toda mi vida me ha tocado vivir más o menos cerca -pero desde fuera- el fenómeno de la izquierda caviar, el sectarismo de los nuevos vencedores. No me disgustaba eso, lo que me repateaba era que además de, digamos, comprarse el helado más caro de la heladería, esos niños ya hablaban en nombre de los parias de la tierra, tal como escuchaban a sus papás, y te señalaban a ti como el causante de todos los males del mundo. Tú te comprabas uno de esos burmar flash, ese palo de hielo con colorante, embutido en un plástico malo, que te abrasaba la lengua, y ellos se comían el cornete de fresa y nata, que según decían llevaba una cubierta de secretas gelatinas que provocaban espasmos de placer.

Y te seguían dando lecciones de moral.

La posmodernidad entró en España como una pandemia. Todo el mundo estaba cansado del régimen, porque lo mucho cansa, y les dijeron «el que no esté colocado que se coloque y al loro». Y al que se oponía, o dudaba lo más mínimo, o no pillaba el aire a la cosa, le rodeaba rápidamente el «cordón sanitario» de la convención social. Porque como dice García Trevijano, la posmodernidad, que fue un entretenimiento en otros países aquí se convirtió en ideología. Yo creo que en un nuevo totalitarismo. Quizá eso sucedió porque no tuvimos una modernidad completa, cabal, provechosa, y por eso la posmodernidad -que es la nada- ocupó el hueco de la modernidad -que lo fue todo-. España es una historia desgraciada de carencias y retrasos.

A mí me educaron en un ambiente de cierta precaridad, pero, sobre todo, de absoluta «disciplina presupuestaria». Quedó muy claro en casa que una cosa era el deseo y otra el derecho, y que el primero en absoluto comunicaba con el segundo. Por eso la perplejidad ante el mundo posmoderno, que repito que era moderno, es decir, la norma moral, lo que se llevaba, en el que, por buscar un ejemplo descacharrante, llegamos hoy a un punto en que la Junta de Andalucía costea el cambio de sexo a ciudadanos brasileños en operaciones de más de 100.000 euros.

Por eso mi vuelta al pasado, por eso la fuga constante, por eso el repliegue táctico, el ostracismo, la rebeldía y el cinismo de este caballero del sur, sin caballo y sin sur.

Crecí sin participar ni comprender «el mundo del derecho». Sin ver cumplidas las aspiraciones, sin que mis deseos fueran jamás cubiertos por un orden superior, a pelo. Sólo muchos años más tarde, conocí y comprendí el alcance de aquellas palabras de Teresa de Ávila: «se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las que no lo fueron nunca».

Teresa de Jesús 1 -Resto del mundo 0.

Ahora que la nada de la posmodernidad se disipa como un vapor etílico y España está de resacón -«España entera se va de borrachera» ha sido el motto de este régimen- veo a muchos de aquellos que han crecido en «el mundo del derecho», en el confortable y fementido quid por quo del «porque yo lo valgo», despertar perplejos y asomarse tristes a la tramoya del sueño.

No me reconforta nada su desorientación, les deseo que salgan de su perplejidad pronto y sin trauma. No escribo esto como colofón de nada. La vida carece de moraleja, es poco más que una dolorosa, risible y confusa propuesta de malentendidos provisionales.

Lo que sí puedo decir es que ahora que la manada para, bufa y retrocede, yo me quedo quieto, viéndoles venir en mi dirección, como don Tancredo. No vaya a ser que todavía me arrolle la estampida.

5 respuestas a «El mundo del derecho»

Yo también veía a los niños de papá a los que la vida les sonreía. Presumían de progresismo, cuanto mas de izquierdas, mejor, eras de los suyos, del bando ganador. Pero yo en cuanto tuve ocasión de distinguir entre izquierdas y derechas empecé a preguntarme como se podía ser de izquierdas, sobre todo comunista y ser rico o como mínimo burgués de clase media alta. Nunca lo entendí y todavía es el día en que intento encajarlo. Además es verdad que encima te daban lecciones de solidaridad obrera cuando en su puta vida habían dado un palo al agua y les costaba dejarte la goma de borrar milán. En el fondo yo reconozco que quería tener su misma suerte, estar en el bando ganador y vivir bien. Soy humano.

Entonces… ¿la definición política nace en la infancia? ¿es una reacción infantil ante los compañeros de pupitre que tienen lo que tu no puedes tener? o, en su caso ¿una reacción defensiva ante quienes te quieren quitar lo que tu tienes y ellos no?

Por lo demás, el tópico de modernidad, posmodernidad, de finales del XX y principios el XXI, está ya escrito (cantado) por La Mode (la evolución de las costumbres, vid en http://www.youtube.com/watch?v=hIsiglRGR54 )
se restañan heridas, se curan impotencias…
se nos toma por bobos…
se ha pasado de todo, se presume de nada…
a los cuentos de niños se les cambia el final…

Tema que ya en el Siglo de Oro se trataba, quizá de la misma forma… dichosos los tiempos en que no existía ni lo mío ni lo tuyo, amigo Sancho…

Aunque quizá la originalidad esté en citar a Santa Teresa… si, pero… ¿qué tienen que ver las plegarias atendidas de Santa Teresa con el derecho? Que las sentencias de la Santa sean definitivas, no significa que se puedan aplicar de comodín, aunque la mística, por su abstracción, sea maridable en cualquier tema, sea mundano o político…

Una vez mas, bien escrito, aparentemente bien hilado, (como unir un «burmar flax» con el puño y la rosa, pasando por Alex Solé y la borrachera de españistán, previo barniz teresiano) pero, otra vez más, estoy en desacuerdo con el mensaje… demasiado desordenado, sin claridad, y, con todos mis respetos y en estrictos términos de cordialidad, nada original en lo que parece traslucir.

Filosofía de pescadilla enroscada, al fin y al cabo.

1.¿la definición política nace en la infancia?
La mía sí. Casi todas las definiciones importantes se cuajan en la infancia.
2. ¿es una reacción infantil ante los compañeros de pupitre que tienen lo que tu no puedes tener?
No. Es una reacción a su actitud.
3. ¿una reacción defensiva ante quienes te quieren quitar lo que tu tienes y ellos no?
No.
4. ¿qué tienen que ver las plegarias atendidas de Santa Teresa con el derecho?
convertir las plegarias en derechos acaba perjudicando a quien recibe ese favor, cuando no se sostiene más la impostura.
5. Sobre la oscuridad y el desorden.
Recordemos aquella frase ramoniana:«Cuánto trabajo para que todo quede un poco deshecho.»

Lo siento, pero ejerzo de lector. No obstante, quédese con la parte buena: al menos leo hasta el final sus textos, los «pienso» y me molesto en opinar (Ya lo dijo Hommer Simpson, «voto para no tener que pensar y así, sólo opino -pienso- una vez cada cuatro años, cuando tocan elecciones». Opinar es pensar y, eso, es un esfuerzo) y no me quedo en las tres primeras lineas ni en la foto (lo siento por los demás proscritos, pero sólo me pasa con Vd. con Lozinsky y, en ocasiones, con hijadecristalero.).

Por lo demás, bien argumentado en su respuesta lo de Santa Teresa, pero no siempre hay opción a argumentar. Debe transmitirse la idea, ad initium, sin opción a preguntarse el motivo de citar.

Le ruego (a Vd. y a los demás) acojan con buen criterio mis críticas (ya lo dicen los chinos: si no sabes sonreír, no pongas una tienda).

p/s: Muy bien traída la cita de Gómez de la Serna… pero el contexto en el que pronunció tal frase, es de autoconsuelo… no escribimos (escriben Vds.) para nosotros mismos, sino para ser leído por los demás… si no sabes sonreír -o mejorar- … ( y si no está de acuerdo, sus opciones son: a) deje de publicar en internet abierto b) deje de escribir)

En 1984 aterrizé en el Madrid de la movida con mis compañeros del grupo musical Comic, fichados por la CBS para lanzarnos a la conquista de las listas del pop nacional.
Al redactar la biografía promocional que acompañaría nuestro maxi-single de presentación, los modernos del departamento de promoción consideraban poco oportuno reflejar nuestros estudios musicales y nuestra experiencia profesional previa y nos propusieron «retoques» según los cuales, el teclista sería hijo de terrateniente dedicado a la cría de caballos y yo un comercial de yates de lujo, que nos habríamos juntado para epatar al mundo con nuestro genio innato. Tener oficio no se llevaba nada, no era moderno. Nosotros nos negamos y ese fué el principio del fin de Comic.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *