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¿Cuándo deja de merecer la pena?

por Marisol Oviaño
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Le había pedido que me mandara un mensaje cuando llegara a la playa: tiene más de ochenta años y, ante la imposibilidad de coordinarse con su familia, había decidido marcharse sola y conducir hasta su casa de verano.

No me puso el mensa, y cuando fui a llamarla me di cuenta de que, aunque me sé el número de su casa de memoria, el de su móvil estaba apuntado en la trinchera proscrita (que estaba cerrada por falsas vacaciones). Pensé que si hubiera pasado algo grave me habrían avisado. Y lo dejé correr.

Ha sido una mujer independiente toda su vida, y tanto ella como sus descendientes se resisten a asumir que ya no lo es. El entorno, por los problemas que acarrea encargarse de alguien que está acostumbrado a hacer su santa voluntad; y Ella, porque ha dicho un millón de veces que el día que deje de ser independiente, se quitará la vida.

Mentalizarte de que dependes de los demás debe ser más difícil que dejar de fumar. La vejez empieza con pequeñas renuncias: el tabaco, el alcohol, el deporte, las relaciones sexuales… y acaba con la renuncia total: la de dejar que sean otros quienes se encarguen de tu vida.

A todos nos aterra la idea de convertirnos en una carga para los demás. La última vez que el hombre que vive al filo vino a hacerme feliz, me dijo: “No quiero vivir muchos años más”. Y yo, que lo amo, me descascarillé un poquito.

Vivir tiene sentido mientras la vida merece ser vivida.
Para mí decirlo es fácil: sólo tengo cuarenta y seis años y no dependo de nadie: todavía dependen de mí.
Pero también lo dice el hombre que vive al filo, que ya ha cumplido sesenta.
Lo dice mi amiga octogenaria, que después de conducir cientos de kilómetros, se cayó en la playa al salir del agua, se partió una pierna por varios sitios y está ahora inmovilizada en casa de uno de sus hijos.
Lo dice mi abuela, que ha cumplido cien años y ni siquiera puede ir al baño sola.

Me pregunto si la vejez nos enseña que lo único que merece la pena es seguir vivo.

5 respuestas a «¿Cuándo deja de merecer la pena?»

Creo que jóvenes o viejos…lo único que queremos es que nos quieran. Es mi punto de vista hoy que me siento sola y sin consuelo ante la progresiva pérdida de un padre con 82 años bajolos efectos de la morfina. Gracias Marisol x estar ahi.

Todo es parte de un mismo instante eterno, Ariadna. Los míos se fueron jóvenes y cada día los siento más cerca y más vivos. Frente a la muerte sólo nos queda querernos bien porque somos poquita cosa. Eso cuenta, quererse bien. Agape.

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