por Robert Lozinski
Imagen Cory Michael Skaaren en thedignifieddevil
– Es un niño especial. Tenga esto en cuenta. Es de esos que llaman prodigio- le susurró el director al oído.
El profesor no contestó. El nunca había diferenciado a los alumnos de esa manera. Para él todos eran iguales aunque en su interior reconociera que se distinguían según sus capacidades, ingenio o talento. Tonto no era ninguno. Hasta en el más bruto debe haber algo, decía. Sólo hay que armarse de paciencia para descubrirlo.
Pronto supo que el nuevo se expresaba con fluidez en alemán, francés e inglés, memorizaba de un vistazo fragmentos enteros y, lo más importante, había recibido ya varios premios literarios de poesía.
Tan joven y ya es poeta, exclamaban, arrobadas, las compañeras del profesor.
En clase el nuevo nunca hacía lo que hacían los demás. Sólo escribía, metido en su mundo, o miraba por la ventana. El profesor lo dejaba hacer, pero le habría gustado que prestara atención también a la lección. Se lo hizo saber amistosamente. Hay también muchos otros mundos, muchacho, no tienes que aislarte. Pero el muchacho estaba demasiado metido en el suyo para poder dejarlo fácilmente.
Faltaba a clase muy a menudo: otros concursos, nuevos premios, viajes. Salía en la tele, recitaba sus poemas ante un público numeroso que lo aplaudía largamente. Poetas consagrados le estrechaban la mano. Su pequeña estatura destacaba en medio de la multitud de adultos que se apiñaban alrededor para felicitarlo, tocarlo o simplemente mirarlo.
Demasiado pequeño, pensaba el profesor, demasiado frágil.
Un día ya no supo nada de él. Preguntó a sus compañeras, las profesoras, si sabían algo. Se encogieron de hombros y siguieron hablando de sus cosas.
Fue al despacho del director. Este le miró extrañado y atendió una llamada telefónica.
Parece que aquí soy el único que se acuerda de él, pensó el profesor bastante contrariado.
Los años fueron pasando. Hacía tiempo que el profesor se había jubilado. Una noche, en las noticias hablaron de un joven de 27 años. Lo reconoció en seguida; ¡el niño poeta de otros tiempos! Había sido encontrado en un sucio apartamentucho, colgado de una soga.
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Robert Lozinski es autor de La ruleta chechena