Pues no me gustaría estar en la piel de la Delegada del Gobierno en Madrid, o quien tenga la responsabilidad de la seguridad en esto.
Claro que, la pobre no debió leer Seduciendo a dios, donde ya avisábamos de todo esto:
“Los Hombres Valientes han pegado manifiestos en cada una de las tres puertas en las que se convoca a la gente, portales de edificios vacíos, pero la presencia policial en las bocacalles disuade al público curioso de acercarse a leerlos. Dos furgonetas antidisturbios, doce policías con uniforme de faena porra en mano, jóvenes, deseosos de sacudir al primero que les provoque.
Hay unas setenta personas alrededor de la puerta, en su mayoría más jóvenes que yo, aunque hay alguno más mayor. Gente con un aspecto radical, o del barrio de toda la vida, jóvenes artistas, amas de casa y jubilados, y varios inmigrantes. Globalización.
—La policía no deja acercarse a la gente a la puerta —susurro al oído de Manuel.
Manuel tiene muchas tablas con la pasma. Se acerca a la puerta prohibida, todos los policías, que están a uno y otro lado de la calle, equidistantes de nosotros a unos cinco metros, desenfundan la porra a la mitad y comienzan a caminar despacio y
muy virilmente. Una delicia.
—¡Cuidado, tú! ¡Que te van a sacudir y no sabemos todavía por qué! —grito.
Los policías enfundan un poco la porra. Ser Omnipotente, cómo amo las palabras y su grandísimo poder omnímodo.
Manuel empieza a leer nuestro manifi esto en voz alta, ¡Más alto!, dice la gente al escuchar las primeras palabras, que yo he escrito y que él lee con una cadencia intachable. El público aplaude enfervorizado ante cada buena frase. Los policías se acercan con pasos lentos, seguros, contundentes y disciplinados, de hombres que no
dudan, y cuando llegan a su altura, él se vuelve a ellos encogiéndose de hombros, fauno cordobés curtido en el asfalto madrileño.
—¿Esto qué es lo que es? ¿Vosotros sabéis de qué va esto?
Los policías le miran, sorprendidos.
—¿Aquí que va a pasar? —insiste—¿Merece la pena que me quede?
—¿Cómo que qué va a pasar? —interrumpe el jefe— ¿Por qué está usted aquí? —inquiere ya con cara de pocos amigos.
Siempre he sentido debilidad por los policías que son respetuosos antes de abrirte la cabeza. Manuel hunde la suya en la chamarra que lleva puesta, buscando algo en su interior. Me pongo alerta. Nunca ofrezcas la nuca a quien tiene el deber de aporrearla. El policía le mira nervioso, aguardando a ver qué saca del abrigo para
tomar una decisión. Sus compañeros esperan en silencio, la gente se aproxima poco a poco sin llegar a cerrar el corrillo. Mantienen la distancia de seguridad que hay que respetar con los antidisturbios, que no son partidarios de hacer políticas de proximidad con el ciudadano.
—Anda, porque me he encontrado un cartel —dice con la voz perdida en el borrego del forro, buscando en su bolsillo.
El jefe no le oye, sus dedos tamborilean sobre la cabeza de la porra.
Los demás policías aguardan con la respiración contenida.
—Te lo han mandado por Internet ¿no?
No hemos convocado a nadie por Internet porque esto sólo es una travesura. Cuando la voz me pida que entremos en acción de verdad, podremos convocar a millones de personas, incontenibles por estos hombres de uniforme”.
(Comandante Inar de Solange en Seduciendo a dios, de El Ejército del Futuro)
Una respuesta a «Ocupa el Congreso 25 Septiembre»
Pues no me gustaría estar en la piel de la Delegada del Gobierno en Madrid, o quien tenga la responsabilidad de la seguridad en esto.
Claro que, la pobre no debió leer Seduciendo a dios, donde ya avisábamos de todo esto:
(Comandante Inar de Solange en Seduciendo a dios, de El Ejército del Futuro)