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Efectos psicológicos de la reforma laboral

por Marisol Oviaño
Fotografía en contexto original: tasadeparo

Ayer se pasó por la trinchera proscrita un amigo al que hacía un par de meses que no veía.
Lleva toda la vida trabajando para la misma gran empresa y, hasta hace poco, cuando yo le hablaba de la crisis, él me contaba dónde había ido de viaje en el último puente. Ahora, tras la aprobación de la reforma laboral, está asustado porque la marea empieza a mojarle los pies. Y yo, que llevo unos cuantos años con el agua al cuello, no pude evitar una sonrisita burlona.

– Claro, es que a ti todo esto no te afecta.

Nadie puede bajarme el sueldo, despedirme barato, acortarme la jornada o mandarme a trabajar a cuarenta kilómetros de mi casa, cierto.
Como no menos cierto es que a mi economía de guerra le afecta mucho que bajen el sueldo a los asalariados, que despidan a mis alumnos, que suban el IRPF, que suban el IVA –lo subirán-, que suban la luz, que suban el gas, que suban el combustible, que suba la comida… Pero no tengo miedo. Estoy acostumbrada a la intemperie y a luchar por cada currusco de pan; que las cosas empeoren sólo significa que tendré que barrenar más, arriesgar más, trabajar más y dormir menos. Nada nuevo bajo el sol, así es la guerra.

Sin embargo, aunque mi amigo conserve el trabajo y siga cobrando puntualmente salario, pagas extras y vacaciones, ahora vivirá con miedo. La monolítica e inmutable seguridad en que vivía ha dejado de ser un derecho inalienable.

3 respuestas a «Efectos psicológicos de la reforma laboral»

Ahora que has dicho lo de que estás acostumbrada a que cuanto más suben los impuestos o los precios, más trabajas para superar cada nuevo bache, me ha venido a la cabeza una conversación entre Colbert y Mazarino que mantuvieron hace 4 siglos: -Colbert: precisamos de dinero y ¿cómo hemos de obtenerlo si ya creamos todos los impuestos imaginables? -Mazarino: Se crean otros. -Colbert: Pero ya no podemos lanzar más impuestos sobre los pobres. -Mazarino: Es cierto, eso ya no es posible -Colbert: ¿Entonces , sobre los ricos? -Mazarino:Sobre los ricos tampoco. Ellos no gastarían más y un rico que no gasta, no deja vivir a centenares de pobres. Un rico que gasta, sí. -Colbert: Entonces, ¿Cómo hemos de hacer? -Mazarino: Colbert, ¡tú piensas como un queso de Gruyere o como un orinal de enfermo! Hay una cantidad enorme de gente entre los ricos y los pobres. Son todos aquellos que trabajan soñando en llegar algún día a enriquecerse y temiendo llegar a pobres. Es a esos a los debemos gravar con más impuestos…, cada vez más…, ¡siempre más! A esos ¡cuánto más les quitemos, más trabajarán para compensar lo que les quitemos! Son una reserva inagotable.

Muy acertado tu comentario, Pepe.
En una película de los hermanos Marx, un personaje le explicaba a otro que, frente a las medidas de ataque, están las medidas de defensa, y ponía como ejemplo que si unos inventan un gas lacrimógeno, otros inventan las máscaras antigás.
En este caso, unos «inventan» la voracidad recaudadora del Estado y otros la economía sumergida.

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