Miguel Pérez de Lema
Cuando el régimen militar de Argentina ya no se sostenía, sus jerarcas no dudaron en jugar la última baza del populismo excitando el ardor guerrero. La prensa y la televisión jaleaban la delirante invasión de las Malvinas, y repetían ardorosamente la consigna «vamos ganando». El papel de la televisión pública, tirando de himno, de bandera, y de los famosos nacionales, fue especialmente abyecto, como se prueba en el telemaratón de 24 horas «Solidaridad con Fondo Partiótico Islas Malvinas» emitido el 9 de mayo de 1982 con el propósito de juntar recursos para enviar a las Islas Malvinas.
Lo cual que ahora Cristina, igual que le pasó al bueno de Perón, ve venir un descenso del crecimiento económico y ya no va a poder mantener su generosa -y políticamente rentabilísima- política de subsidios. Al General le costó perder el poder, y marcharse al exilio.
Cristina se ha encontrado con la nueva provocación de los hijos de la Gran Bretaña, con sus maniobras orquestales en la oscuridad, y se está dejando querer. Conoce la experiencia del fracaso absoluto de los militares con la guerra, la estupefacción y la vergüenza que produce a los argentinos revisar las imágenes de entonces, pero también teme la caída de Perón. ¿Cómo sacar provecho de la experiencia de ambas caídas, la del Gran Conductor y la del régimen del 82?
La solución de Cristina parece ser el juego de la seducción. Sacar pierna. Aprovechar al enemigo exterior para salir mucho en la tele sacudiéndole dialécticamente, sin gastar un peso ni disparar una bala. Mientras se avecina la retirada de las ayudas a los pobres, y se cierran las puertas del futuro a los jóvenes de la Cámpora -si no a ellos y sus líderes, sí a su generación-, hay que tenerlos entretenidos con algo. Y el odio y el patriotismo son un cóctel irresistible y una baratísima válvula de escape para la presión social.
Tampoco parece tan mala idea. No hay más que ver cómo nos hemos revuelto aquí por unos guiñoles franceses. Hay que buscar objetivos, cuentas pendientes que nos sacudan de la depresión.
Oye Mariano ¿y si desembarcamos en Sidi Ifni al alba y con fuerte viento de Levante?
2 respuestas a «Las 24 horas de las Malvinas»
No des ideas…
Che flaco! Sos adivino o qué?