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General Teatro

Macbeth o cuando el ansia tiende a más infinito

por Antonio Jesús Luna
Autor de la obra: W. Shakespeare
Compañía: Ur Teatro

Después de haberse estrenado en Sevilla y de haber pasado por diferentes festivales en Alcalá, Almagro o Santander, llega a Madrid Macbeth, la última obra que Helena Pimenta ha montado al frente de Ur Teatro antes de dedicarse lleno a la Compañía Nacional de Teatro Clásico. En palabras de la directora, se trata de “un desafío atreverse con un texto cómo este que además no es amable con el espectador ni autocomplaciente con el ser humano en unos tiempos de crisis en los que se supone que el teatro debe ser vendible». Un desafío, ciertamente, aunque Pimenta se maneja muy bien en el torno de los Siglos de Oro, y en lo que se refiere a Shakespeare, se ha convertido en una especialista.

Como ya vimos hace años en El sueño de una noche de verano, Romeo y Julieta o Dos caballeros de Verona, en sus trabajos siempre hay una mirada transversal con la que Pimenta conecta al dramaturgo inglés con el espectador del siglo XXI. Ur Teatro, la compañía que regenta desde finales de los ochenta, siempre se ha destacado por una base clásica, pero con una perspectiva audaz y moderna, que en el caso de Macbeth se ha traducido en dar una presencia casi protagónica a una inmensa pantalla de vídeo. La directora se vale de esta tecnología no solamente para que el mundo fantasmagórico y onírico de la obra resulte efectivo sobre las tablas, sino para hacernos ver que el teatro puede abrirse a lo digital en un intento por fusionar la palabra con “los ceros y los unos” y construir lo que Fernández Mallo llama “carne de píxel”. Este soporte, además, no es una simple mampara sobre la que se proyecta el universo demencial de Macbeth, sino que se integra totalmente en la escenografía. De hecho, esta pantalla es la única escenografía y con ella interactúan los actores, todos muy resolutivos y en especial los dos protagonistas.

Tanto José Tomé (Macbeth) como Pepa Pedroche (Lady Macbeth) desbordan su interpretación, aunque tal vez, como insiste Javier Vallejo en El País, hay una cierta lentitud en la declamación de Tomé que lastra el vigor sanguíneo de su texto. Sin embargo, Pepa Pedroche sabe dar a su personaje la dureza que Shakespeare recoge en esas metáforas furiosas con las que desentraña los ángulos oscuros de la condición humana. En este caso el ansia de poder que, como una célula durmiente, despierta en los protagonistas y los hace caer en una sucesión imparable de crímenes por conseguir la corona de Escocia.. Porque Macbeth es una obra sobre la codicia hipertrofiada. Una obra con la que Shakespeare demuestra que cuando la materia (en este caso la ambición) tiende a más infinito, todo está fuera de control. Y eso es lo que ha pretendido Helena Pimenta, un montaje donde el lado oscuro de lo humano está fuera de control. Y a pesar de que hay ciertas asincronías en el paso de unas escenas a otras, y de que la presencia del Coro de Voces Graves de Madrid a veces lastra el ritmo del conjunto, a pesar de esto, digo, dominan los momentos en los que el discurso de Shakespeare y el músculo de los actores ponen al espectador contra las cuerdas.

Para concluir, volvamos al principio, donde la directora hablaba de la dificultad de una obra como ésta en tiempos de crisis. Porque es precisamente la complejidad política que ahora atraviesa Occidente, lo que hace que que Macbeth resulte una representación apropiada, no sé si necesaria, pero desde luego sí pertinente. Y justamente esta pertinencia es la que Helena Pimenta ha sabido llevar al escenario.
Hasta el 18 de diciembre en los Teatros del Canal.

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