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General Lecciones de la vida

Los que han de morir, te saludan

por Marisol Oviaño

Cuando mi padre tenía meses, se puso tan enfermo que su madre y su tía tuvieron que turnarse muchas noches a la cabecera de su cuna. Los médicos no daban un duro por él: señora, si se le muere de camino a casa, no llore, que si se enteran de que se le ha muerto en la calle, se lo quitarán para hacerle la autopsia.

Tres años después comenzó la guerra, y mi abuela y sus hijos pasaron una breve temporada en un pueblo de Alicante, donde mi padre también estuvo a punto de palmarla: de tifus. Mi abuela debió pensar que, para que el tifus diezmara la familia, mejor se volvían a Madrid y morían más heroicamente bajo las bombas. Y de paso controlaría un poquito al de la CNT, que seguro que lo estaba pasando de miedo con la guerra y las compañeras anarquistas.

Seis años después de que acabara la contienda, cuando mi padre acababa de cumplir catorce, sufrió una pleuresía que estuvo a punto de llevarle al otro barrio, y le extirparon gran parte de un pulmón. De la operación le quedó una cicatriz gigantesca que, hasta que se hizo novio de mi madre –veinte años después-, utilizó para ligar: a las mujeres les decía que era torero, y su socio, que tenía una cara de subalterno que no veas y fungía de banderillero, contaba como había sido la terrible cogida que había sufrido el «maestro».

Los médicos le habían dicho que no debía acercarse al tabaco. Pero fue un fumador compulsivo durante casi cincuenta años. Cuando ya no podía respirar, dejó de fumar (aunque no dejó de comprar: compraba cartones de Marlboro para que a mí nunca me faltara el tabaco cuando iba por su casa) y disfrutó de la vida otros cuantos años. Hizo siempre lo que le dio la gana y murió un mes antes de cumplir 72.

Fue el primero de los hermanos en morir.
Sus hermanos no fumadores tienen muchos más problemas de salud de los que él nunca tuvo. Cuando mueran, habrán pasado por un calvario de médicos, hospitales, operaciones, rehabilitaciones y privaciones.
El único que goza de plena salud, voy una vez al año al médico, es el hermano mayor, que fumaba tanto como mi padre y bebía cinco veces más.

Tiene ochenta años y el otro día me dijo ante un vinito: La salud es una lotería.

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¡Bienaventurado el hermano mayor de tu padre! , que no yendo nunca a un medico, fumando y tomando cinco veces mas que su hermano, con 8o años pueda afirmar con toda razón ante un vinito mas: la salud es una loteria. Es lo que corresponde decir y brindar, de otra manera seria una incoherencia, no cabe queja sin duda: solo festejo.Susana ( una mujer argentina).

No pretendo hacer apología del tabaco (yo misma siempre ando pensando que cualquier día de estos tendré que dejarlo), sino poner unas gotas de sensatez ante esta histeria colectiva que se ha desatado. Pretenden hacer creer a la gente que sus hijos pueden morir de cáncer de pulmón si a la salida del colegio se cruzan con un señor que está fumando.

Por supuesto que el tabaco no es salud.
Pero estoy convencida de que no dormir por las noches porque no llegas a fin de mes, vivir con miedo permanente de que te echen del trabajo, desconfiar de los políticos y estar temiendo siempre que se les ocurra otra vuelta tuerca al pueblo, estar cuarenta años levantándote para ir a un trabajo que odias, vivir con una persona a la que ni amas ni deseas, vivir en zonas con mucha contaminación, estar estresado, comer mal y follar poco tampoco son cuestiones baladíes a la hora de evaluar nuestra salud. Y no veo a nadie prohibiendo los salarios miserables, los trabajos alienantes, la precariedad laboral, los políticos corruptos, la incultura emocional, los coches, los jefes exprimidores, el estrés, la comida preparada y la tele (que no nos deja irnos a la cama a la hora en que deberíamos estar retozando).

Simplemente, me da miedo que quieran que tengamos tanto miedo.

Es el eterno dilema: ¿cantidad, o calidad? ¿Una larga vida gris y virtuosa, o una vida intensa y viciosa, dure lo que dure? ¿Por qué alguien tiene que escoger por mí? Además, el valor de las cosas depende de con qué se las compare. Comparado con el nacimiento (100% de probabilidades de morirse), no hay más remedio que decir que el tabaco es salud. Y si resulta que no es salud porque entraña riesgo de diñarla, entonces el alpinismo, el paracaidismo, el matrimonio, el trabajo, el esquí, las gambas, el automóvil, los viajes, la permanencia en el hogar (2,6%) y la permanencia en el planeta Tierra (riesgo de meteoritos), lo siento pero no son salud. No estoy defendiendo la nicotina (no paso de tres pitillos al día), sino simplemente la libertad.

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