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Publicidad-salvoconducto

Miguel Pérez de Lema

Este anuncio se hizo tan popular que su eslogan sirvió, años más tarde, de título a una novela de Vizcaíno Casas. Efectivamente, el sombrero era un distintivo de clase en aquellos años treinta y durante la guerra quien lo llevaba se convertía en sospechoso ante los ojos de los revolucionarios y chequistas del Madrid rojo. -Una isla en el mar rojo, novela importante que nadie recuerda, de Fernández Florez-.

Supongamos la escena de un chico bien, de manos de pianista, saliendo de misa, con corbata y sombrero, del bracete de su madre. Toda una provocación. A Bellas Artes, luego Fomento, de cabeza.

Por eso, en la posguerra, se reivindicó el sombrero como símbolo de clase, de elegancia casi un poco suicida.

Pero hubo más, el sombrero era sobre todo signo de victoria. Este anuncio de la sombrerería de Montera es tan poderoso porque sobre su ironía clasista, lanza un españolísimo mensaje de terror. Ojo, estás bajo vigilancia.

Y también un mensaje de oportunidad. La sombrerería ofrece recuperar el hábito a la gente bien, reconocerse en su sombrerismo,  pero sobre todo ofrece también un camuflaje asequible a los que probablemente nunca lo llevaron antes. Ese es su mayor impacto. Su valor de salvoconducto.

Ha habido muchos salvoconductos en este país de cartagineses y romanos, de moros y judíos y cristianos. Hubo quien se hizo a tiempo con la chaqueta de pana. O con la raqueta de pádel. O con la pegatina nunca mais-noalaguerra. De todo ha habido.

Salvoconductos, hoy mismo los hay: di tú cuáles son.

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Hoy en día, el salvoconducto es ser vulgar: camuflaje perfecto. No hace mucho, por ejemplo, escribir poesías o acudir a una cita prometedora con un libro en la mano era un valor añadido para ligar. Ahora es más bien contraproducente. En realidad, más que salvoconducto, yo diría que lo que hay ahora es salvesequienpueda.

Ya habeis sacado el tema muchas veces, pero los coches usados como marca de distinción dan para mucho.
A mi me me hace gracia el salvoconducto «verde» de empeñarse en ir en bicicleta por Madrid, una de las ciudades más odiosas para la bici por sus cuestas, exceso de tráfico, contaminación, ausencia de carril bici por donde más se necesita, etc

Marisol, totalmente de acuerdo con las mechas rubias = derechas, lo que no sé es si las que llevan pelirrojas son de izquierdas. En el Pais Vasco, de donde yo soy, como lleves cortado el pelo dice mucho.

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