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Dignidad de hombre

por Robert Lozinski

Jorge fue durante muchos años un alumno brillante, nadie se explicaba su fracaso escolar en el último año de bachillerato. Los demás empezaron a pasar de él: los profesores se encogían de hombros, los empollones le criticaban y los vagos no querían aceptarlo como uno de los suyos.
Jorge se quedó solo.

Su conducta en clase siempre fue ejemplar, aunque todo le daba igual ya: Cervantes, el Rey Alfonso Tal o el Subjuntivo.
No se quería enterar de nada. A veces ponía la cabeza sobre el pupitre y se dormía: pasaba las noches en blanco, fuera de casa y emborrachándose. A clase llegaba muy cansado. Yo le dejaba. Prefería verlo dormir ahí que vete a saber en qué otro lugar.
Un día tuve que despertarle porque no había oído el timbre.

– ¿Qué pasa, Jorge, te ha dejado?
– ¿Y usted cómo lo sabe?
Los párpados le pesaban y contestó asqueado.

Una mujer puede transformar a un hombre en un despojo, pensé en aquel momento. Pero no se lo dije. Para qué, si él ya lo sabía.
– ¿Y usted qué haría?
– Procuraría no perder mi dignidad de hombre –dije después de pensar un rato.

Una vaguedad para Jorge, su dignidad de hombre. Ella, en cambio, era algo muy concreto, material, voz, ojos, labios y quién sabe qué más.
Decirle, pues, que hay que llorar. Que esto no le dé vergüenza. Llorar en solitario, sin contárselo a nadie porque le dirán mentiras. Que emborracharse puede ser una solución a corto plazo, pero que como siga así acabará por perder esta batalla consigo mismo. Que salga a la calle y eche a correr.
Corre, Jorge, tío, corre. En esta loca carrera es a ella a quien vas dejando atrás. Corre hasta perderla de vista, hasta quedar exhausto. No vuelvas a casa aún. Es un sitio oscuro y demasiado pequeño y volverás a sentirla cerca. Date un paseo. Callejea. Ve despertar la ciudad. Esto es maravilloso. La vida sigue, a pesar de todo.

Jorge se fue y yo no le dije nada de eso. No me habría tomado en serio: “No perder la dignidad de hombre”
A los que la hemos perdido ya tantas veces nos es fácil decirlo.

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Robert Lozinski es autor de La ruleta chechena

0 respuestas a «Dignidad de hombre»

Hum ¿una mujer puede convertir a un hombre en un despojo?
Yo más bien diría que el amor puede convertirnos a cualquiera (hombre, mujer o derivados) en un despojo.

Déjale que sufra, a su edad hay que vivir los fracasos amorosos con pasión. Si no pierdes el norte por un amor a los 17 años ¿a qué edad lo vas a hacer? (Como adultos responsables sabemos que la cosa después se complica muchísimo)

Y, quién sabe, quizá acabe escribiendo algo bueno.

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