por Tímido Celador
Fotografía de Mujerabasedebien (No os acostumbréis a las fotos)
Está tan absorto en la guitarra, que no repara en mi presencia.
Yo me quedo, a mi vez, fascinado por esos botoncitos que se mueven solos en la mesa de sonido. Sólo lo había visto en la tele. Debería empezar a preguntarme por qué la dirección del hospital tiene tantas atenciones con él. Pero hoy necesito conocer la respuesta a otra pregunta.
– Hola –digo al fin.
Sin dejar de tocar en ningún momento, se vuelve hacia mí y me mira por encima de las gafas.
– Hola ¿en qué puedo ayudarte?
– ¿Para qué sirven los maestros?
Enarca las cejas diez centímetros por encima de los ojos, provocando un maremoto de arrugas en su frente, aparta los dedos de las cuerdas con un suspiro, como si estuviera dejando plantada a una mujer para salvar la vida a un amigo y me dice:
– Pues, básicamente, sirven para enseñar a penetrar.
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