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Inmigración: si me queréis irse

Miguel Pérez de Lema

Como Lola el día de la boda de su hija, tras proclamar la niña en un programa de televisión de máxima audiencia que todo er mundo quedaba invitado a su boda, España entona ahora frente a la inmigración masiva su particular «si me queréis irse».

Pero de aquí no se va nadie.

No es tan fácil. La flexibilidad del mercado, la movilidad de los capitales, las teorías cíclicas, están bien, pero el material humano como que se resiste. Han comprado casas -o eso creen ellos-, se han reproducido populosamente, llevan a sus hijos a los colegios públicos -que son ya su feudo-, se operan de cosas, pasean por el Retiro, celebraron en Neptuno la Europa League del Atleti, que no se van, vamos.

El complot del euro es lo único que les mete verdadera presión, porque ya no estamos a dólar y medio por euro, y las remesas que mandan a sus países engordaban escandalosamente con el dólar hundido. Ahora los hundidos somos nosotros, el cambio está chungo, y no hay laburo, pero resisten. Si de algo saben es de resistir.

Hasta hay quien empieza a ver mal esta fuga de capitales acumulada, como una gotera, como una sangría, como sendero de miguitas de pan, qué deslealtad la de ahorrar dos de las tres pesetas que les pagábamos para mandarlas a su casa y hacerse un capitalito y una casa cojonuda.

El que mandaba mil dólares (poco más de 600 euros) a Bolivia, hacía millonaria a su familia, que le esperaba, montada en el taco. Pero ahora el panchito no tiene ni para comer y corre el riesgo de no ser ni ningún lado. De momento, quedarse, luego ya veremos.

Les prometimos el oro y el moro a cambio de que limpiaran los culos de nuestros ancianos desahuciados, de que cuidaran de nuestros hijos abandonando a los suyos a su suerte allá por esos sures madriles insondables, por tres pesetas, les metimos a capón en franquicias innobles, cuánto sueldecito mínimo y cuanto hijo puta se ha hecho rico estos años a su costa.

Y ahora, que todo está petado, que se nos agota el óxigeno, «si me queréis irse».

Lo cual que se quedan.

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Y, sin embargo, yo sigo sin ver que los inmigrantes sean el verdadero problema.
(Otra cuestión es que hasta los sin papeles recién llegados tengan derecho a todo gratis, o esos que se niegan a integrarse por motivos religiosos y que no tienen empacho en decir alto y claro que su único fin es la aniquilación de occidente y sus valores. No metamos a todos los inmigrantes en el mismo saco)

Varios de mis mejores clientes son inmigrantes, honrados trabajadores que montaron pequeños negocios después de años de sacrificios que pocos españoles estarían dispuestos a soportar, gente que genera riqueza y que tiene mucho que enseñar.

El tema de la inmigración será utilizado como bandera por los políticos (lo acabamos de ver en Holanda), pero a mí me parece que serán el árbol que no nos dejará ver el bosque. El problema no es la inmigración, sino el Estado multiplicado por diecisiete; los coches oficiales, los asesores, los políticos al dictado de los mercados financieros… El problema es un país en el que se premia al vago y se ponen todo tipo de trabas a los emprendedores. Pregúntale a cualquier autónomo colombiano lo que piensa del Estado de las Autonomías, Diputaciones y demás: te sorprenderá descubrir donde están tus verdaderos aliados.

De acuerdo con el comentario de Marisol:Soy poducto de sangre de inmigrantes.Parte de mi familia pisó este bendito suelo argentino,sobre todo desde Italia y España.Ávidos de saciar sus hambres, sus carencias,sus esperanzas, llegaron algunos de los millones, para no volver jamás a su tierra querida y seeguramenete añorada.Nos enseñaron la constancia, la humildad, la picardía de gozar de una época y un pais que jamas imaginaron tan acogedor y rico.Nos dieron su trabajo, parieron hijos entre la nostalgia de lo lejos y esta alegria refulgente de lograr minuto tras minuto ese sueño gestado con vaivenes de barco y ansiedad de horizontes.Jamás creeré que fueron el castigo de mi Argentina.Por lo que nos dieron.Por lo que les dimos.Por esa explosión de sangre que se coló en nuestra vida.Por la lucha, x el esfuerzo x lo difícil x el desarraigo en pos de algo mejor.Mi homenaje a la inmigración.Nuestros desastres, algunos irreparables sin duda pasan por otros temas.Susana Una mujer argentina).

No, no dices nada contra los inmigrantes. Pero el tono del artículo (llamarles «panchito» no ayuda mucho ) se presta a múltiples interpretaciones. Y, aunque no digas nada contra ellos, de la lectura se desprende que los inmigrantes son ahora un problema más.

Yo sólo quería recalcar que creo que nuestros mayores problemas son españoles y europeos.

Miguel, el artículo está muy bien pero parece que no adopta una postura clara o las abarca todas por si acaso, actitud muy provechosa por cierto (así no quedas mal con nadie).
En tu favor diré que en ningún momento tratas la inmigración como el único problema de este lado del mundo, ya que no navegamos solos en este barco y me gusta pensar en términos sin fronteras, y también estoy de acuerdo con Marisol en que el lastre no son los inmigrantes sino la ingente cantidad de sumideros por donde se va el dinero «de todos».
La cuestión es que deberíamos, o por lo menos intentarlo, dejar de pensar en términos de inmigrantes o lugareños, todos somos de todas partes, hoy estoy aquí pero mañana la vida me puede llevar allí y nada ni nadie debería impedírmelo. Las fronteras son líneas imaginarias impuestas por los mismos intereses de aquellos que tienen coches oficiales, guardaespaldas, aviones privados, y un largo etcétera. Por tanto, a aquellos inmigrantes que trabajaban aquí, o que pusieron su negocio, que se metieron en su hipoteca con Audi incluido, ¿por qué les vamos a considerar distintos a los españoles que se encuentran en esa situación?
En definitiva, hay dos clases sociales en el mundo occidental: la clase política, y el resto. En el resto estamos todos: trabajadores, funcionarios, empresarios, artistas… Y la clase política es el capital, la banca, los señores manipuladores del pueblo, los que juegan al monopoly con fichas y con cifras de verdad (aunque tan astronómicas que se escapan a nuestro pobre entendimiento). Contra esos sí que deberíamos arremeter fuerte.

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