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La madre del artista

por Marisol Oviaño

Mi hijo toca el sábado en la plaza del pueblo.
Es su primer concierto ante desconocidos. Hasta ahora, sólo se había subido a un escenario en fiestas a las que estaba invitado, con músicos amigos de su madre.
Son sólo dos canciones que no le gustan demasiado, las han elegido los profesores.

Parece que fue ayer cuando me vino con la guitarra que le habíamos regalado su padre y yo, ésa que nunca había querido tocar. Acabábamos de mudarnos, nuestra vida era un caos en todos los sentidos, y todos los días había algún asunto de vida o muerte que resolver.
Enséñame a tocar.
Estaba yo como para enseñar a tocar a nadie.

Y le puse a hacer escalas, para que se aburriera y me dejara en paz.
Al día siguiente, y al otro, y al otro, le oí practicar las escalas una y otra vez.
No me quedó más remedio que enseñarle unos acordes.
Inasequible al desaliento, todos los días se ponía un rato. Buscó profesores en youtube, y en cada barbacoa en la que coincidíamos con músicos, se arrimaba a ellos como una lapa. Le había prometido que, si era constante con la música y además sacaba buenas notas, le compraría una guitarra eléctrica y un amplificador pequeño.
Tuve que comprársela.
Ahorró para comprarse un amplificador más grande.
Necesito un profesor, ya no puedo aprender más solo.

Pero no había un chavo, algunos meses no nos llegaba ni para pagar el alquiler.
Estaba yo como para pagar profesores particulares.
Y cada vez que alguno de mis amigos músicos se dejaba caer por casa, él se dejaba caer por el salón como quien no quiere la cosa, con la guitarra colgada y carita de niño bueno, para que le enseñaran algo.

Este año su abuela materna se ofreció a pagarle las clases que tanto me había demandado.
El sábado debuta en la plaza del pueblo con el combo de la escuela.
Allí estaré, aguantándome las lágrimas para no mojar la cámara de video.
Aprovecho la ocasión para dar las gracias a Luis Lozano, Jaime Moreno, Antonio Santos (os he puesto por orden alfabético de apellidos) y a todos los amigos que en algún momento han saciado su sed de aprender.

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