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General Lecciones de la vida

Cambios

por Marisol Oviaño

La seguridad se acabó para mí cuando tenía seis años y me pusieron un parche en el único ojo por el que veía.

Pasé de ser una de las niñas líderes de la clase, a esa pobrecita que volvía del recreo pasando la mano por paredes. Mi madre, que me había protegido de todo hasta entonces, no podía protegerme del desprecio de los demás, de mi sufrimiento. Pero no me quejo, gracias a eso soy escritora: mientras todas las demás corrían en el recreo, yo me quedaba en un rincón imaginando mi propio mundo.

Durante años me acostumbré a ser la cuatro ojos, la pirata. No acababa de encajar en ningún grupo: tenía demasiado sentido del humor para estar con las perdedoras; sacaba buenas notas, pero no tanto como para estar entre el grupo de las empollonas, tenía demasiados notables para estar en el grupo de las gamberras, era demasiado torpe para estar en el grupo de las deportistas y mis horribles gafas de pasta me expulsaban para siempre del paraíso en el que vivían las guapas.

A los quince años, después de llevar diez en el pelotón de las feas, me crecieron las tetas y dejé de ponerme las gafas a todas horas. A lo largo de mi vida he sido lista, tonta, fea, guapa, flaca, gorda, soltera, casada, divorciada, rica, pobre, joven y madura. Y, si no muero antes, pronto seré vieja.

La vida es cambio perpetuo.
Aunque nos dé miedo.

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