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La ciudad de la alegría, 2

por Juan Hoppichler

Para colaborar con las hermanas hay que presentarse en la mother house y hablar con Sister Mercy Mary, entrañable ex marine tejana que reparte a los voluntarios en los distintos centros según las capacidades y necesidades del momento.

A mí me mandó a Kaligaht, barrio conocido por ser el distrito rojo y por tener un templo a Kali. El centro de allí es para enfermos desahuciados y fue el primero que creó la Madre Teresa. Se divide en dos pabellones independientes, uno para hombres y otro para mujeres. Los voluntarios son ubicados según pertenencia a una de las categorías.

La sala de los hombres (en la imagen) tiene unas cincuenta camas repartidas en tres filas. Casi todas están ocupadas. La mitad aproximadamente de los enfermos tienen la polio y dificultades para moverse. Muchos otros tienen infecciones severas en la piel que llegan a dejar el hueso a la vista. Abundan los parásitos intestinales y los síntomas de malnutrición (subsanada en la medida de lo posible allí, donde comen tres veces al día). Quizá muchos tienen Sida, pero no hay medios para comprobarlo.

Es gente que está muy mal. La mayoría llegan a Kaligaht para morir.

Las tareas de voluntario consisten en cambiarles los pantalones a los que no pueden llegar al baño, darles de comer, masajear a los inmóviles para evitar infecciones, bañarles y darles en la medida de lo posible afecto. Una tarea dura. No es raro que alguno de los pacientes muera en nuestro turno.

También llama la atención lo desagradables que son las monjas y los veteranos con los novatos. No se dignan a perder el tiempo explicándoles nada y dejan claro que son más una carga que una ayuda. La razón, luego descubrimos, es la frecuencia de rotación de los voluntarios. Lo normal es que no se queden más de un día, con lo cual es una pérdida de tiempo dar instrucciones. Sin embargo, al cabo de tres o cuatro días, si ven que siguen viniendo y limpiando cacas sin protestar, su actitud cambia radicalmente y le aceptan e incorporan al equipo.

Y así fue mi vida durante tres semanas.

0 respuestas a «La ciudad de la alegría, 2»

Hola Juan, no puedo dejar de preguntarte que te llevó a enfrentar esa tremenda realidad en Kaligaht.De dónde el coraje de las tres semanas.¿solidaridad?..desafío personal?, fe?,¿de dónde tanta fuerza con el maltrato diario a cuesta,con la impotencia del dia a dia?.¿Cómo fueron tus dias post Kaligath?.Perdón x tanta curiosidad.Es todo muy fuerte y mis preguntas son totalmente genuinas nada mas lejos de generar malestar.Quizá producto de mi impotencia.Susana( una mujer argentina).

Lo mejor de todo es que esta experiencia todavía no ha dado sus frutos, literariamente hablando.
Esto que estás escribiendo son notas -sobrecogedoras muchas de ellas- que has tomado a pie de obra. A los lectores nos gustan, al menos a mí.
Pero, como escritora, sé que esta experiencia tardará unos cuantos años en rendir fruto literario (no nos engañemos: vivimos para escribirlo). Y entonces nos contarás, no sólo lo que has visto. También lo que has sentido.

Hola a todos y gracias por seguir mis notas,

La vuelta, Susana, me costó una semana de fiebre en la cama por algún virus. No se está rodeado de enfermedad y muerte a diario impunemente. Luego me recuperé, salí a la calle y odié a todo el mundo por tener preocupaciones banales y no haber vivido lo mismo que yo. Pero ese es mi post-viaje habitual. Por otro lado, la novia me dejó porque dice que no se puede contar para nada con un nómada (¡pues claro!) y en el trabajo me obligaron de nuevo a ponerme corbata (necesito cambios en mi vida)

Soy radicalmente ateo, pero me gusta la gente a la que la Fe le impulsa a hacer cosas buenas, como lo que vi allí. Me siento bien acompañado con ellos. Los movimientos cristianos de base son el futuro del humanismo.

Yo estas cosas las hago como desafío personal, para impregnarme y coleccionar experiencias. Soy un voyeur, no especialmente buena persona, y la fortaleza es menos necesaria cuando los compañeros ayudan. Alguna vez que he intentado hacer esto solo y me he acabado rindiendo.

Si esto es el principio de un libro o de más viajes, ya se verá. Ambas cosas me parecen bien.

Juan (un chico que dice ser rumano)

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