Categorías
Familia General Sexo

El Guru y otras hierbas, 45

por Tímido Celador

De camino a casa pienso en la charla que le he dado al Guru. Y me doy cuenta de que no tengo ni idea de si mi padre se cambiaría por él o si es feliz con lo que tiene. He hablado mucho más con el loco de la 346 que con el autor de mis días.

Mi padre y yo somos los únicos hombres de la casa, mi madre y mis hermanas se encargaban del ruido de familia. Primero se casaron mis hermanas, después murió mi madre. Desde entonces, él y yo compartimos mesa y sofá. Y vivimos instalados en unas agradables rutinas que nos permiten seguir siendo cordialmente desconocidos

Cuando yo llego, él suele decir ¿qué tal el trabajo?, y yo le digo bien. Él asiente con la cabeza, aliviado de que no me empeñe en contarle la verdad, y me canta el menú del día: he hecho calamares en su tinta con arroz blanco. Entonces yo me lavo las manos, pongo la mesa, me siento, enciendo la tele y él entra en el salón con el puchero. A mi madre nunca le decía lo rico que estaba todo, a él se lo digo todos los días para no cometer el mismo error, qué rico está esto, entonces sonríe, parte el pan, me da un trozo y comemos en silencio, mirando la tele.

Cuando el autobús entra en mi barrio, me digo que tengo que hablar de todo esto con él, que cuando hoy me pregunte qué tal me ha ido en el trabajo, diré: pues tengo un paciente muy interesante. Tiene más o menos tu edad y las mujeres están locas por él, se las folla a todas, aunque últimamente no para de despotricar de ellas. ¿Tú cómo lo llevas?

Y meto la llave en la cerradura y la válvula de la olla exprés empieza a dar vueltas como loca y mi padre sale al pasillo secándose las manos en el delantal que le regalaron mis hermanas para que dejara de ponerse los de mi madre, que tenían volantes por todas partes.

– Hola, hijo ¿qué tal el trabajo?
– Bien.

Para ver todos los artículos de esta serie, pincha aquí

0 respuestas a «El Guru y otras hierbas, 45»

Viene a mi cabeza esa canción que dice… «Maldito sea el gurú que levantó entre tú y yo un silencio oscuro». Tan oscuro como la salsa de los calamares en su tinta con arroz blanco: el plato que ofrecí para cenar hace unos meses a quien andaba lejos. Hoy, más cerca, me digo que tengo que hablar todo esto con él, pero cuando me pregunta «qué tal» sólo puedo responder «bien».
¿Me lees la mente Tímido Celador?
Yo sigo encantada leyéndote.

Señoras mías, esperaba que me hubierais hablado de la incapacidad del hombre para comunicarse con otros hombres (lo que explicaría que sólo las mujeres comenten mis posts), y así yo habría defendido nuestro derecho a vivir sin engorrosas conversaciones que todo lo lían. Me hubiera gustado explicaros que cuando vi a mi padre con su delantal y su sonrisa, comprendí que no necesitaba saber más de él. Es mi padre y le quiero como es o como yo creo que es.
Comprendí también que cada cosa requiere un maestro diferente.

Y no, no tengo superpoderes, Mrs. Botwin, no leo su mente. Los calamares en su tinta con arroz blanco es un plato muy común.
La incomunicación, también.

Carmen, no hace falta dar conmigo. Estoy aquí, a la vista de todos.

Saliente de guardia no encajo con gracia.
Una lástima que usted confunda términos y sólo lea lo obvio del post, en lugar de mi agradecimiento por resumir la situación que me desvela en los últimos tiempos y sentirme confortada por ello.
Si usted tuviera superpoderes sabría que ahora me encantaría dormir con un collar de perlas derramado en mi pecho. A ser posible con un alarido seguido de silencio. Es obvio que no los tiene. Si no, estaría aquí haciendo valer esa polla desbordante de vitalidad de la que tanto presume.
Huyo de lugares comunes.
Besos comunicantes Tímido Celador.

Querida mía:

Dejaré a un lado el tratamiento de usted y volveré al tuteo con el que nos habíamos escrito amigablemente hasta ahora.

Por supuesto que agradezco- y mucho- tus comentarios (aunque a ti no te haya hecho gracia el mío). Sólo pretendía quitar un poco de hierro al asunto: a veces me asusta lo que mis palabras pueden provocar.

No olvidemos que sólo soy un personaje literario, una fantasía.

Mmm…
El poeta, escritor, editor A. J. Luna escribió hace años un verso brillante: «El lenguaje es un puño que se abre camino entre tus piernas». Yo estoy convencida de que más allá del C. C. de Lugar «entre tus piernas», sin ninguna duda, el lenguaje es un puño que se abre camino.
¡Ah! ¿hay alguien que no sea una fantasía, un personaje literario, especialmente sobre el escenario de internet?
Salud para disfrutar de la vida (diaria, real e irreal).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *