por Marisol Oviaño
De repente le miro como fuerza de trabajo.
Y comprendo por qué, hasta hace muy poco, los hijos se veían como una inversión y no como una pesada carga.
En octubre mi primogénito cumplirá 16 años. La edad legal para trabajar. Oficialmente, y en teoría, dentro de unos meses podría ganarse la vida y colaborar a la economía familiar.
También yo empecé a trabajar a esa edad, por las tardes, cuando salía del Instituto.
Cierto que yo me quedaba todo mi sueldo. Pero en mi casa había padre y madre y una situación económica desahogada. Mi realidad social era muy distinta a la de mi hijo. Pero él, como yo a su edad, parece tener una vocación muy definida.
Mi padre empezó a trabajar con 13 años, y levantó un pequeño imperio con el sudor de su frente. Mi madre lo ha administrado siempre con preclara inteligencia, porque empezó a trabajar con 14 y sabe lo que cuesta salir adelante. Mi padre solía decir que él era un enamorado de su trabajo, y nos explicó hasta la saciedad lo importante que es trabajar en lo que a uno le gusta.
Si yo hoy trabajo en lo que me apasiona, quizá sea porque, antes de ir a la Universidad a perder el tiempo, ya había tomado contacto con el mundo laboral. Y había descubierto que yo era un espíritu puro: no había nacido para tener jefe, ni para estar encerrada en una oficina, ni para desarrollar un trabajo en el que todos los días eran iguales. Muchos de mis compañeros de generación lo descubrieron a los veintitantos, casi a los treinta, cuando acabaron las carreras en las que entretuvieron su juventud, cuando ya era demasiado tarde para cambiar: con el piso comprado y las invitaciones de su boda en la imprenta.
Y hoy odian los lunes.
Le digo a mi hijo que, aunque cuando cumpla 16 a mí me saliera el dinero por las orejas, debería trabajar en algo por las tardes.
Para tener más datos sobre el mundo real.
Para empezar a conocerse a sí mismo.
Para elegir con conocimiento de causa.
0 respuestas a «Trabajar»
Todo lo que dices me parece muy correcto, salvo que …tu hijo tenga su primera experiencia laboral en una empresa de su ámbito familiar, y si es con alguno de sus padres, peor.
Claro. Lo suyo sería que trabajase para desconocidos implacables, para que conozca el trabajo en la selva. Para la empresa de su madre (Proscritos) ya trabaja puntualmente buzoneando publicidad de los talleres o haciendo pequeños encargos.
De aceurdo en todo o casi. A la universidad no se va necesariamente a perder el tiempo, ambos sintagmas pueden caber en la misma frase pero no necesariamente van juntos. a mi me apasionó la Universidad, aprendí y disfruté en ella más que en ninguna otra escuela de vida y ademas he trabajado desde los 15 años; dando clase de Inglés a niños que todavía sabía menos que yo, de baby sitter, en tiendas de regalos durante las campañas de navidad, lo que quieras.
Trabajar unas horas por semana es también básico para la formación, aprender a conocer el valor del intercambio: trabajo (esfuerzo) por dinero.
Pero hasta aquí. Siento resultarte carca pero los hijos tienen que estudiar porque la Universidad es más que lo que se aprende o se deja de aprender, es más que una fabrica de posibles frustrados o parados con título de derecho es más, mucho más.
La universidad te da la posibilidad de elegir, de ser libre. De no estar necesariamente limitado en tu ascenso laboral, de conocer a amigos que jamás olvidarás, de adentrarse en una fábrica de pensamiento.
Un poco quizá, pero sólo ese poco merece la pena.
Me refería a que yo perdí miserablemente el tiempo en la Universidad.
Y no estoy de acuerdo en que «los hijos», así en general, tengan que estudiar. Hala, todos médicos y abogados, que los cocineros y los carpinteros ya los traemos de África. Habrá quien valga para estudiar y quien cumpla mucho mejor su rol en la sociedad haciendo muebles, cocinando o conduciendo ambulancias.
Sinceramente, creo que uno de los grandes errores de esta sociedad ha sido empeñarse en que todo el mundo estudie, le guste o no, valga o no para ello. Así tenemos las facultades llenas de inútiles que tardan diez años en sacar carreras de cinco cursos, eternos adolescentes sin responsabilidades que mantenemos entre todos.
“EL TRABAJO TE HARÁ LIBRE” Cartel sobre la puerta de entrada de Auschwitz
para ser cocinero o carpintero también hay que estudiar, y lo de trerlos de Africa me resulta demagógico en extremo como argumento. Ya no estamos en la Universidad qeu fabrica abogados en paro, estamos en Bolonia Marisol, con todas sus contradicciones y limitaciones ahora la Universidad es un auténtico semillero empresarial, profesional o de investigación.
Estudiar te hace libre, independientemente de tu profesión. te proporciona visión crítica, capacidad de análisis, una visión global del mundo.
Suerte los que pueden hacer una carrera en diez años, suerte o no, mi padre me dejó muy claro que no se podía repetir ni un sólo curso bajo riesgo de cortar el grifo, y bajo esa amenaza saqué puntualmente el colegio y la carrera.
Opino al igual que Ines. La Universidad ayuda a pensar, da un gran conocimiento y eso te hace ser mas libre y mas conocedor de ti mismo y de tu entorno.
Se va a la Universidad a aprender, no a buscar trabajo. Se puede ser cocinero o carpintero, pero licenciado o diplomado… Ojala pudiera ser siempre asi…
Lo cual no quita con que se realicen trabajos esporadicos para gastar en caprichos y saber lo que cuesta el dinero
Mi comentario está en espera de ser aprovado por un moderador… ¡ojo!
Veo por aquí mucho comentarista que vive en los mundos de Yupi. Ahora resulta que las universidades están llenas de proletarios que sólo buscan ampliar sus horizontes espirituales. No me jodas. Ahora resulta que la gente no estudia carreras para encontrar un trabajo bien pagado. Y Zaid considera que todo el mundo debería ser licenciado o diplomado.
Así nos va.
Ya sé que sale «aprovado». No depende de nosotros, sino de los informáticos- que trabajan prácticamente por amor al arte-. He vuelto a insistirles en que lo cambien, a ver si me hacen caso.