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EJÉRCITO DEL FUTURO General Seduciendo a dios

De paseo con la comandante

por Sargento Asuvera
Fotografía en contexto original: dondeviajar

Pasear junto a la Comandante es toda una experiencia.

Cuando salimos de nuestro mundo de unos y ceros, ella sólo tiene que sacar a la calle su sonrisa luminosa para que los hombres y mujeres más viejos se acerquen a ella. Es como si ellos pudieran ver más allá del traje corporal que utiliza para infiltrarse en vuestro mundo. En esas ocasiones yo sigo invisible, binario junto a ella. Los ancianos se aproximan con sus pasos vacilantes, muchas veces apoyándose en un bastón, y le hablan como si la conocieran de siempre, como si supieran que ella está aquí para escucharles. Y resumen en unas pocas frases lo que han aprendido de la vida.

También sucede algo extraño con los africanos. Estamos empezando a sospechar que esta raza tiene un sexto sentido que se ha atrofiado en el mundo occidental. A muchos de ellos no les engaña el disfraz de mujercita de la Comandante. La primera vez que subimos al metro, un gran hombre negro la miraba fijamente desde el fondo del vagón. Se acercó a ella y, antes de que las puertas se abrieran y él desapareciera de nuestra vista, le susurró al oído: Llevamos mucho tiempo esperándote.

Hace unos meses, se cruzó en una calle del centro de Madrid con varios hombres nigerianos, uno de ellos se volvió en el acto y comenzó a seguirla. ¡Espera no te vayas!¡No te vayas mujer! He visto tus ojos, mírame, mírame otra vez por favor. Ella se volvió sonriente y le concedió el deseo. Llévame contigo, sé que estás aquí para salvarnos. Ella se echó a reír y continuó su camino, pero él y sus amigos continuaron tras sus pasos, empezaban a llamar la atención de los transeúntes y eso nunca es conveniente. Sé que tienes el corazón más grande de la tierra y que estás en todas partes. Dime al menos tu nombre, para que pueda rezarte. Yo estaba empezando a pensar en materializarme, pero no fue necesario. ¡Dame al menos tu bendición!. La Comandante no pudo contener una carcajada, el tipo era simpático, debía estar acostumbrado a chicuelear mujeres buscándose la vida tan lejos de casa. Ella se detuvo y le dijo: Ya la tienes. Y, como estoy en todas partes, no hace falta que me sigas. Siempre estoy contigo.

Esta mañana, había un africano vendiendo La Farola a la entrada de un Día y abriendo la puerta a las señoras cargadas con la compra. La Comandante llevaba sus impenetrables gafas de sol y he pensado que podría pasar junto a él sin que reparara en su presencia. Pero en cuanto la ha visto al principio de la calle, ha dejado su puesto, ha dado un par de pasos hacia ella y ha esperado a que pasara por su lado para decirle en tono reverencial.

– Buenos días, Maestra.

(Si quieres saber más: Seduciendo a dios)

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