Por César de las Heras
Fotografía: flickr
Hay una luz giratoria que, a intervalos, se deja ver por la superficie de mis ojos. Me gustan los faros que se yerguen sobre acantilados pedregosos, entre la paciencia y la calma, entre el viento y la constancia. Repaso los lugares en los que he sido feliz y a la noche, cuando no encuentro referencias, busco la luz entrecortada que domina el negro, y consigo relajarme para pegar los ojos y abandonarme horizontal.
Hacia el sur, desde mi casa, todo parece más sencillo. Los coches se dejan caer por las grandes rutas y cambian de carril con esfuerzos aparentemente nulos; diáspora de civilización aborregada que en espacios puntuales se entrega al descanso o deja de descansar encabronada. Surco la tres y me inclino hacia la izquierda para, atravesando Murcia, aproximarme al Este, bordear un mar de aspecto menor, e introducirme sin el menor esfuerzo en un rincón portuario, una periferia de la ibérica que no se suma a la mediocridad de una Manga absurda, sino que mantiene entre los codazos de adosados despersonalizados el aroma de la sal y la humedad mediterránea que impregna el alma.
Por Cabo de Palos he paseado de la mano, he alterado el tono de mi piel, he mirado a lo lejos, he espolvoreado muchas horas de la vida que me queda entre las terrazas y la arena de la playa, y he tomado ron, cerveza, caricias y limón. Me he dedicado a observar, y mi soledad habitual se ha sentido apartada por una familia de mujeres de aquellas que dan sentido a la palabra mujer, y por un hombre joven, de aspecto y tono juvenil que nos ha regalado a todos el privilegio de andar sobre las ascuas de la inocencia. Luego he visto barcos y he recogido los deseos que lanzamos a las perseidas para hacerlos míos, he pensado mucho, he amado mucho, he sonreído. He mirado el mar, la mar, y todavía encuentro mis ojos tintados por su azul, por su indómita silueta de animal inalcanzable que, para orgullo nuestro, nos permite oscilar sobre su espalda, o nos deja echar vistazos cortos a escasos metros de profundidad. De igual forma he entendido su desprecio y su radical comportamiento los días que, alterado, nos obliga a alejarnos de el.
Soy uno más, pero me fijo, y me he quejado tantas veces, que miro la polvareda que levanta el populacho y ya no me irrito, únicamente soplo para crear burbujitas de satisfacción en las que introducirme.
0 respuestas a «Cuadernos de inquieto, doce»
¡¡OOOooooooooooooolé!!
César: tú eres un faro.
Esta mañana, cuando salía hacia el trabajo, vi a esa intermitente luciérnaga que brillaba y surgía de la profunda oscuridad del mar.
Esta tarde, cuando regrese a casa, volveré a ver a ese incansable fanal, henchido y sumido en los brazos de Neptuno, y atrapado por la hiedra que le abriga en su dormitar.
Esta noche, cuando pasee con mi labrador, pisaré por esas mismas calles, paseos, playas y puerto, y veré a esos barcos y gentes, que permanecen adscritas al paisaje desde la eternidad y para goce y regocijo del recuerdo sideral.
Mañana, mañana… me levantaré con su incansable silencio, que sólo será quebrado por el llorar de las olas, y por el silbante viento proveniente de las cercanas y enamoradas islas Hormigas, para hacerle tiritar…
Si, es cierto. Me has removido las entrañas, porque yo vivo cerca de ese faro… en Cabo de Palos, dónde las olas del mar explotan bañando todo su cuerpo arrugado por la sal.
(Reluciente casualidad y bendito tu escrito… que me ha hecho emocionar)
Aunque has tardado en regresar, la espera ha merecido la pena.. cuando quieres, eres único… Gran Césare!!!
Para Silasoy y Pedro muchas gracias, respecto a Picobufi enhorabuena por poder tomarte una cañita en el puerto.
gracias, por haber entendido el significado mujer, para mi siempre fue y sera una de los mayores logros que la vida hizo, pero eso siiiiiiiiiiiiiiiii, siempre cuando un hombre de talento y un alma magica asi lo reconoce, una mujer nunca sera mujer hasta que un hombre le da sentido a esa magica figura, todo lo bello nace de ella y hombres mujeres son un mismo proyecto. gracias por tus palabras al ser mas bonito de esta famila, que tambien te acepta en su caminar. besazos …QUIEN SOYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY
Puede ser… un gran CONTINENTE???
No es la primera vez que siento inspiración con los textos de César , esta vez, sitúo mi imaginación y mi historia en una playa en los años 20 y, una señora de edad avanzada
-la abuela- con sus ropajes cubriendo sus piernas y brazos sombrero de paja y sombrilla, todo ello para evitar ser maltratada por los rayos del sol – ella, la gran matriarca- A su alrededor, las hijas , ellas, unas solteras y otras posiblemente viudas y , una nieta. Ella, la nieta educada a la vieja usanza sigue los pasos de la saga, criada para ser dulce, tierna, siempre impoluta y eternamente devota al hombre -el orgullo de las otras- que ya llegaron a la cumbre y están ya en declive. Ella, la nieta convencida por las otras, que tan solo un hombre se necesita para ser una autentica mujer, se siente totalmente realizada como tal, al encontrar al dulce caballero de suave negra melena y ojos melosos, este, perfecto candidato a ser puesto en prueba y aceptación de la matriarca que, convencida que él es el perfecto, él que aceptará la carga de la saga y apreciará la misma como algo absolutamente excepcional e inigualable , a cambio y debido a su necesidad de amar a la niña , él ,enamorado del continente y de la elaboración tan precisa del contenido de la niña que, se adaptará siempre según la necesidad de su caballero, ese contenido perfecto llamado “enamoramiento” que él desea y necesita para poder ser…
Playa años 20, triste caballero, suave melena negra al viento, cabizbajo , pensativo…. enamorado o arrepentido.
Seguirá….
Gracias César.
Y la próxima cerveza será a tu salud, con un brindis añadido a tu sensacional escrito, que la verdad… nos está sirviendo de musa e inspiración a todos los/tus proscritos lectores.
¡Por ti!
¡Por Cuadernos de inquieto!
¡Salud!
Un fuerte abrazo.