Categorías
General

La velocidad nos hará libres

Por Marisol Oviaño
(El bugatti veyron de la foto, huelga decirlo, no es mi cochecito)

Nunca creí que diría esto: amo a mi coche.
Quizá porque es la primera vez en mucho tiempo que mi vehículo no es una tartana para viejas o una tacita con ruedas para llevar y traer a los niños al colegio. Quizá porque fue la primera vez que me gasté tanto dinero sin consultarlo con nadie (lo compré para sentirme libre).
Es desafiante y rápido como un hombre valiente y seguro como una madre.

Nunca hasta ahora había sentido el más mínimo apego por los coches que me tocaban en suerte. A fuerza de manejar motores domésticos ideales para ancianitas que pegan la cara al volante, había perdido el gusto por conducir. Ese placer del que ahora disfruto a la más mínima oportunidad.

Ya no me importa ir a hacer alguna gestión a diez, veinte o treinta kilómetros, es como tomar una caña con un hombre guapo e inteligente.

El año pasado me hice Madrid- Galicia sin aburrirme un segundo. Da gusto confiar en tu máquina, que se porte como si supiera lo que piensas, que sepa quién manda. Cuando llegué a Santiago, mi amigo Alfonso, que conduce un modelo que ya no se fabrica, admiró las líneas de mi cochecito y le di las llaves para que lo probara y disfrutara tanto como yo.

Mañana saldré temprano para el norte con mis hijos (el blog queda en manos del Altísimo). Con cuidado de no correr en exceso por el aquel de los radares.
Es cierto que la velocidad puede matar.
Pero no menos cierto es lo que dijo mi amigo Alfonso: ¡Carallo! ¡Este coche me rejuvenece!

La velocidad no sólo mata.
A veces hace que te sientas vivo.
Feliz viaje a todos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *