Los metales nocturnos
Autor: Francisco Umbral
Editorial: Planeta
Artículo de Ernesto Bark
La última novela de Umbral puede situarse muy cerca de sus mejores libros. La voz del narrador y protagonista es, como siempre, la personalísima del autor, aunque esta vez se sitúa detrás de un personaje inventado y algo más joven que él para recorrer la peligrosa noche madrileña actual. Incluso, el mismo Umbral, se convierte en personaje como forma de distanciar formalmente la narración de su creador.
Este es uno de los muchos juegos que componen la novela. Aquí, Umbral que se ha declarado tantas veces enemigo del ´asunto` –entendido como trama convencional de la novela- da un giro y escribe una novela negra, metiéndose en el género en el que el ´asunto` es necesariamente capital. Sólo que Umbral es capaz de hacer y deshacer a la vez el género. A medida que se desarrolla la interminable noche y, después, el lector va teniendo cumplida información del desarrollo de los sucesos, y también va comprendiendo que lo que importa es otra cosa. Dos cosas, mejor dicho.
La primera, como siempre en Umbral, es el idioma. La prosa de esta novela llega a las cimas expresivas más altas del autor; es dura, lírica, barroca siempre, actual, deslumbrante, manierista, vanguardista, total. Umbral ya ha alcanzado –hace tiempo- una edad y una maestría que le acercan al desaliño premeditado y perfecto del Picasso anciano. Hace lo que le viene en gana con el lenguaje y con dos trazos define un personaje, una escena, un ambiente, siempre vivísimo, inesperado. Umbral es un maestro que hace lo que le da la gana, ante lo cual, a la crítica no le cabe más que dar una paso atrás y aplaudir.
La segunda cosa que importa, y esto se señala poco, son los personajes. Umbral, siguiendo sin rubor a Cela, es un espléndido retratista, y todos sus personajes tienen un alcance que está por encima de su viveza: son su época. Y por encima suyo está el gran personaje, el narrador, el propio Umbral aunque tenga otro nombre, su conciencia, su crítica, su vigor.
Ha pasado por moneda de cambio habitual reconocer a Umbral como un gran prosista que se ensimisma en su estilo y que por eso no escribe buenas novelas. Hay al menos cinco extraordinarias novelas de Umbral que cumplen no sólo por su maestría en el uso del lenguaje, sino con eso que se llama la carpintería, la forma, la estructura, el desenlace…
No señalamos aquí los títulos, y dejamos a los detractores del autor la oportunidad de que los descubran.
En Los metales nocturnos, Umbral ha urdido un asunto negro, aunque repite al lector varias veces el desprecio que siente por la rutina informativa en la novela, por el cumplimiento del trámite burocrático de los antecedentes y consecuentes. Los detractores de Umbral se han equivocado al señalar que su literatura es brillante pero no suficiente porque no trama bien la novela. Si fuera un caso de inocencia podría ser válido, pero Umbral lleva muchos años escribiendo exactamente lo que se propone y de la forma que quiere. Y lo hace con un control absoluto. Está en contra del novelón, del barojismo, y lo demuestra con una literatura opuesta al modelo convencional. En una entrevista reciente, Juan Marsé ha situado a Umbral entre otros grandes prosistas españoles a los que les falta el hervor de la transparencia para ser buenos novelistas. Marsé, un gran escritor en su estilo, puede entenderse como el antagonista literario de lo que representa Umbral. Marsé, el asunto; Umbral, el estilo. Cada uno en lo suyo son excelentes escritores, tienen una poética propia y cumplen con ella. Sin embargo, sigue pesando entre parte de la crítica un prejuicio similar al que Marsé expresa, por el cual los grandes prosistas (Azorín, Cela, Umbral) no llegan a dominar la novela –tal como ellos la entienden- y que por eso su literatura es menor.
Es la vieja polémica entre los clásicos y los manieristas. Lo curioso es que son casi siempre los clásicos los que afean a los manieristas, mientras que los manieristas se conforman con ir a lo suyo, jugándosela en cada párrafo, retorciendo el cuello al cisne del idioma en busca siempre de su nota más aguda.
Umbral, manierista, ramoniano y celiano, ha entrado en el período salvaje del Picasso de los últimos años y no va a cambiar. Seguir esperando a estas alturas que nos salga con un novelón de seiscientas páginas, tres generaciones, dos guerras y un adulterio, es no haber entendido nada.
En Los metales nocturnos vemos la mano de Umbral en cada trazo. Su literatura no será nunca transparente. Su razón de ser es la contraria, la de hacer consciente al lector en cada línea de que está ante un artificio, un placer estético, un lujo, una obra de arte.