por Marisol Oviaño Alejandro nos dejó a la puerta del hospital a las 7:05 y se fue a casa: más tarde tendría que abrir la trinchera proscrita. Diez minutos después, Eude y yo ya estábamos en la habitación. Ayudé a mi hija a ponerse el camisón que le habían dado y doblé primorosamente su ropa, […]