por Marisol Oviaño Cuando llegué el otro día a la trinchera proscrita, me encontré con que una bovedilla se había soltado del forjado, había atravesado el techo técnico y había ido a caer en mi sitio. Dicen que a quien madruga Dios le ayuda, pero probablemente mi costumbre de no abrir antes de las diez […]
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