Por Marisol
El hombre que es mi sostén en muchos de mis asuntos y yo hemos trabajado hasta las once de la noche.
Las últimas veces que nos hemos visto hemos tenido que hablar de trabajo, trabajo y trabajo. Desde que yo tengo dos curros para sacar a mis hijos adelante, no tenemos tiempo para hablar como antes: con calma, en profundidad.
Y no hay que olvidar que, por encima de todo, somos amigos.
Él es un caballero y siempre se ofrece a acompañarme al coche.
Subimos la cuesta con la sensación de que lo que apetece es ir a cenar y ya, por fin, relajarnos, ser amigos nada más.
Sólo son las once y nunca salgo y tenemos mil cosas que cotillear.
Pero… cuando tengo reuniones por la noche- y ahora no queda otro remedio -, mi hija espera despierta abrazada a su osito de peluche. Ya sufrió que su padre la abandonara de la noche a la mañana, vive con terror de que me pueda pasar algo. Los dos, ella y su hermano, se estremecen cada vez que toso tres veces seguidas. Me siento como cuando tenía diecisiete años y mi madre me esperaba agazapada tras la puerta. Pero mi hija sólo tiene 11 años.
Cualquiera le explica que opino lo que Pessoa: entre el hígado y los poemas, sacrificar el hígado, siempre. Cualquiera se lo dice a mi madre, que cree que la condición de toda buena madre es ser inmortal.
Y además, Pessoa no tenía hijos.
No puedo quedarme.
De modo que nos despedimos con mucha rabia por no tener más tiempo. Yo cojo mi cochecito y enfilo la carretera con la música a todo volumen.
Cuando llego a casa mi hija está despierta sonándose los mocos. Ha gastado unos treinta kleenex que parecen una pancarta: ¡MAMÁ, NADA FUNCIONA CUANDO TÚ NO ESTÁS!
Deberíamos vivir en tribus.
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Pessoa marca ¿verdad?. Creo que eso es ser un gran escritor. Llevar al lector a un estado mental -un poco alucinatorio- duradero. Contagiar su sensibilidad.
Si no has visitado Lisboa, hazlo. Si lo has hecho, vuelve a hacerlo y ve a Douradores con la lectura reciente del Desasosiego, y baja a la plaza del Comercio a tomar café y sube a Almada a oler las sardinas que asan en la calle los paisanos. En la misma calle Douradores, curiosamente, hay un restaurante llamado Pessoa (nada que ver con él, afortunadamente no es algo turístico) en el que fui intensamente feliz.
De Pessoa puedo decir tres cosas: escribió el mejor poema del SXX, te hace sentir que la realidad es infinita, y que acaba dando miedo.
He estado dos veces en Lisboa. Pero era demasiado joven para comprender a Pessoa como le comprendo ahora.
¡Iremos a Lisboa todos los Proscritos y pasearemos por donde tú recomiendas y recitaremos a Pessoa!
(Prometer es gratis)
me parece que ser madre es una historia de amores y desamores, me parece que Pessoa es un lujo de los que tienes pasado y los que tienen futuro, no de aquellas, madres que, en este caso, se enfrentan a la espada de damocles de ser todo: cazadores y guardianas, madres y padres, me parece que las madres del siglo XXI deben renuciar a la culpabilidad pues residen aunque no quieren en una patria ajena que no les perdona, y han de encontrar el espejo que refleje su doble realidad; no son mujeres enfrentadas a una situacion hostil, son mujeres nuevas, supernovas quizá siempre con ese rieso de quemar y no querer quemarse y no poder evitarlo, mujeres antimuujer, en un mundo diferente que aun tienen que descifrar.
Soy interprete. Estoy en Roma, hace tres semanas en Castellón de la Plana. Casi todos los martes me pilla un atasco en Alcalá y eso que vivo en Bilbao.
Soy madre de un niño de 11 años al que han criado toda una rocambolesca y maravillosa orquesta de abuelos, tios, primos, amigos, exnovios, cuidadoras. Mi hijo es un niño con dos casas, (la mia y la de mis padres)y múltiples realidades y yo una madre soltera adicta al micro y al movimiento que solo va de comporas en los aeropuertos.
Pero en algunos amaneceres, cuando al distancia es tan grande que ni todo un dia de vuelo lograría que mi mano alcanzase a revolver su pelo cuando duerme, caen de mis ojos lágrimas de sal y se me acentúa la rabia: territorio en el que habitamos las madres trásito cuando nos revelamos contra el destino, el sistema, o la madre que le parió el padre de tantos hijos de padres despistados o sencillamente inútiles.
Hay tantas, tantas, tantas las madres que renuncian a leer cuentos por la noche a sus hijos porque tienen que currar en otros lares, o porque no saben parar o lo único que pueden hacer es ir y volver y ganarse la vida, holandesas herrantes con paquetes de clinex y tampax compac ……. deberíamos federarnos y trabajar en networking que está tan de moda, pero sobre todo deberíamos respetarnos y hacernos respetar ante tanta madre perfecta que te interpela porque no has estado animando a tu hijo en el partido de baloncesto del sábado (que maldita la gracia de las extra escolares en saturday morning)
Si, mi hijo es un hijo de la tribu, mi tribu, bendita sea
Saludos desde Roma, hace un frio tremendo y la ciudad está preciosa con su iluminación navideña