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Pruebas irrefutables de la existencia de Dios: Marcha fúnebre de Sigfrido

«No se puede disfrutar de la música de Wagner como de las de Mozart, Verdi, Rossini o Strauss. Él no la compuso para celebrar las buenas cosas de la vida y exorcizar las malas, ni para seducir y dar esparcimiento y placer. La compuso convencido de que la música, como creía su maestro Schopenhauer, era acaso el único instrumento con que contaban los hombres para comunicar con aquella dimensión de la vida a la que no llegan el conocimiento ni la razón, esa zona oscura, divina o sagrada, de la que tenemos solo premoniciones y sospechas, nunca evidencias, salvo en aquellos privilegiados estados de trance en que cierta música excelsa nos arranca de nuestro confinamiento en lo terrenal y lo práctico y nos hace entrever, sentir, vivir por un momento de éxtasis, esa elusiva trascendencia, ese estado que los místicos llaman el «espíritu puro» que encara a Dios».
Extracto de la crítica de Mario Vargas Llosa publicada en El País

0 respuestas a «Pruebas irrefutables de la existencia de Dios: Marcha fúnebre de Sigfrido»

Aunque yo también creo en la existencia de Dios, me quedo con esta frase del artículo de Vargas Llosa: «Tal vez la música de Wagner nos acerque más al diablo y al infierno que a Dios y al cielo»

El diablo y el infierno, en todo caso, también son pruebas irrefutables de la existencia de Dios.
Y el territorio onírico es otra puerta abierta a Dios.
Para los que gustan de una idea de Dios exclusivamente blandita y compasiva, habrá que poneros Parsifal. Que Wagner es algo más que el tópico.

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